mario balmaseda - portada

El legendario actor de cine, teatro y televisión Mario Balmaseda acaba de recibir por el ICAIC el Premio Nacional de Cine 2021, un reconocimiento a su amplia y destacada obra de toda una vida para la cinematografía de la isla.

En algunos de los mejores momentos de La obra del siglo (Carlos Quintela, 2015), Mario Balmaseda dialoga con su propia imagen en De cierta manera (Sara Gómez, 1974). Del obrero que lucha contra atavismos y estereotipos que interpreta en esta última, ha pasado a encarnar al abuelo de familia, atrapado en la fantasmagoría de una ciudad nuclear que nunca fue.

En ese arco de tiempo y de filmes, pareciera caber la vida del actor que ha sido este hombre en el cine nacional. Pero es, por suerte, en tanto presencia y voz de muchas de nuestras dudas, certezas y angustias, mucho más que eso.

Quisiera pensar que es esa una de las razones por las que se le acaba de otorgar el Premio Nacional de Cine, que ha recibido a sus 80 años. El jurado, integrado por Senel Paz, Raúl Rodríguez, Paula Alí, Carlos Galiano, Kiki Alvarez, Lourdes García y Ulises Hernández, ha hecho un acto de justicia al reconocer a uno de nuestros intérpretes más dúctiles, un rostro siempre eficaz que nos hizo incluso ir a ver títulos que no estaban siempre a la altura de su talento, para confirmar cómo él era capaz de sortear ese asunto con una dignidad de profesional verdadero.

mario balmaseda - la obra del siglo
En La obra del siglo, de Carlos Quintela.

Por suerte, a esta hora la noticia, que me ha mejorado el día tras unos cuantos malos ratos, nos devuelve la memoria de sus mejores desempeños. Y no solo en el cine, sino también en el teatro o la televisión, donde nombrarlo sigue siendo un acto de merecido respeto.

En el principio, fue el Teatro Nacional de Cuba, en el cual ese joven miliciano sirvió de instructor a los artistas que se iban aglomerando ahí, bajo la mirada sibilina de Isabel Monal, para darle vida a aquel elefante blanco aún inacabado.

Mario se había quedado solo, tras la salida de su familia a otros destinos y, después de una juventud que lo llevó a conocer la vida agitada de la Habana nocturna y sus cabarets, se encontró en medio del turbión de algo que estaba cambiándolo todo.

Del Teatro Nacional pasó a la vecina Biblioteca, y ahí se tropezó con Eugenio Hernández Espinosa y otros a los que debe haber asombrado aquel joven con tantas interrogantes y tanto afán en pos de nuevas lecturas.

Las Brigadas de Teatro Obrero-Campesino fueron su espacio de primer fogueo, y luego el Seminario de Dramaturgia del propio Teatro Nacional de Cuba. La suerte estaba echada.

Escribió obras como El cielo y la tierra, y Fila de sombras, con la cual ganó un premio y que estrenó el Conjunto Dramático de Oriente. El joven que había querido ser ingenio, militar, torero y artista, ya tenía su propio camino.

Trabajar con el maestro Roberto Blanco en Ocuje, el primer núcleo dirigido por el gran director, fue otra etapa de aprendizaje y disciplina. Espectáculos de gran formato, ambiciones escénicas ilimitadas, personajes que demandaban rigor y cultura.

Cuando llegan los 70 y Ocuje desaparece, Mario Balmaseda pasa a integrar el Teatro Político Bertolt Brecht. Ahí estarán también Luis Alberto Ramírez y René de la Cruz. Y lo esperaba su encarnación memorable como Lenin, al estrenarse en Cuba El carillón del Kremlin.

El cine lo había visto llegar como un personaje pintoresco en Los días del agua, de Manuel Octavio Gómez, en 1971, junto a Idalia Anreus que interpretaba a Antoñica Izquierdo. Luego se ampliaría su catálogo con El hombre de Maisinicú, Ustedes tienen la palabra, El extraño caso de Rachel K. Y, por supuesto, con De cierta manera.

mario balmaseda - idalia anreus - los dias del agua
En Los días del agua, de Manuel Octavio Gómez, junto a Idalia Anreus.

La veracidad exigida al elenco del filme, su condición experimental, su tono documentalístico mezclado con los diálogos de la ficción y la capacidad de asumir una idea de Cuba que para construirse, en tanto nuevo país, tenía que ir al fondo de costumbres y hábitos profundamente enraizados, siguen haciendo del único largometraje de Sara Gómez una pieza excepcional, que aún nos exige, más que verla, o elogiarla, discutirla. Y ahí está Mario Balmaseda, con uno de esos personajes que nos ayudarían a definirlo hasta el presente.

mario balmaseda - de cierta manera
En De cierta manera, de Sara Gómez.

Sobre las tablas, animó al Teatro Político Bertolt Brecht a asumir los conflictos de la marginalidad en Andoba, escrita por su amigo Abraham Rodríguez, en 1980, y se tomó la libertad (que algunos mal entendieron) de invitar a Rosita Fornés a protagonizar La permuta, a partir del guion de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío.

Cuando la pieza costumbrista, renombrada Se permuta, llega a los cines, él está también ahí, junto a la Fornés, Ramón Veloz y una debutante Isabel Santos, en una de las mejores comedias de nuestra cinematografía.

Para la televisión fue Reinier, el agente de la Seguridad del Estado que forma un lazo de hermandad y camaradería firme con David, a quien interpretó Sergio Corrieri para las dos entregas de En silencio ha tenido que ser.

Por suerte, fue más allá de la imagen de ese personaje para seguir encarnando roles complejos, luchando contra el encasillamiento, y así llegó al protagonista de Un bolero para Eduardo, también escrita por Abraham Rodríguez y que se añadió a los sucesos de su ya prolífica trayectoria. 

Mosquito y Mi socio Manolo le hicieron regresar a las funciones teatrales, junto a otro de sus buenos compinches, Pedro Rentería, quien tenía en ese momento la dirección del Teatro Nacional de Cuba.

La obra de Eugenio Hernández Espinosa, rebautizada por Julio García Espinosa como La inútil muerte de mi socio Manolo, los uniría ante las cámaras del ICAIC.

Otras películas y roles llegarían (Alto riesgo, en la escena, junto a María Teresa Pina, de Hernández Espinosa; y Entre ciclones, Mañana, y por supuesto, La obra del siglo).

mario balmaseda - baragua - antonio maceo
En Baraguá, de José Massip, en su legendaria interpretación de Antonio Maceo.

Ya sea en el registro dramático o en el de comedia, Mario Balmaseda ha conseguido ser, ante los espectadores, una garantía de calidad. Un hombre que por encima de anécdotas y lejos de ciertas comodidades, se empecinó en no congelar su imagen tras una sola fórmula de hacerse creíble entre nosotros.

Lo entrevisté cuando ganó el Premio Nacional de Teatro en el 2006 (en el 2019 le concederían el Premio Nacional de Televisión). Ya había hablado con él en 1998 acerca de Bertolt Brecht, en el centenario del gran dramaturgo, y comprobé, entonces, que para él lo brechtiano –que estudió en Alemania-, no era asunto de gestus ni libros de dirección entendidos como simples manuales.

Me alegró que, en ambas ocasiones, al corroborar que yo estaba ahí no solo para hacerle las preguntas de rigor, se relajara y me contara muchas más cosas, más allá de las que esperaba yo saber.

Me dijo entonces, hablando del reconocimiento que acaba de obtener como teatrista:

“Por eso siento, cuando me felicitan en la calle, que el saludo es sincero, que es alegre. Unos lo hacen por mí, por Mario Balmaseda, otros lo hacen por Reinier, otros lo hacen por lo que tú quieras, pero es sincero. Y esa es la cuenta que saco, que este premio me está dejando muchas alegrías.”

Espero que esa alegría se renueve ahora, tanto para el ganador de este lauro como para quienes le admiramos y respetamos.

Y que eso nos permita volver a los mejores momentos de su trayectoria, sobre esa pantalla amplia y necesaria que puede ser la buena memoria.

2 thoughts on “Un bolero para Mario Balmaseda”

  1. Norge , me recuerdas en textos como estos a mi , a nuestro primer maestro Rine Leal, escudriñador, esencial, ameno, lúdico, corroedor de anquilosamentos y telarañas. De Mario guardo un recuerdo imperecedero, estudiabamos crítica teatral con la profesora Magaly Muguercia y con anuencia de la directora Mirian Lezcano tuvimos acceso a las sesiones de maquillaje del personaje Lenin en el Carillón del Kremlin, que paciencia estoica de ese actor , 4 horas para transformar su imagen externa , previa a su posterior transformación interna que fue de campeonato, inolvidables momentos teatrales puros.

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