Este artículo fue cedido por su autora María Nela Labeque Hay y originalmente publicado en la plataforma VADB.
¿Crisis en la animación de cine en Cuba?
Así nos gustaría iniciar el debate, porque ha sido una pregunta caliente en los últimos meses dentro del ámbito crítico-cinematográfico-cultural de la Isla. Sin dudas, una de las sorpresas menos esperadas por el público asistente a casi todas las jornadas de la pasada 16 Muestra Joven del ICAIC fue el premio desierto en la categoría de animación.
Ya la alarma estaba encendida desde el momento en que la cantidad de obras presentadas y/o aceptadas estuvo muy por debajo a años anteriores. En el 2013 y el 2014 el certamen contó con once cortos en competencia. La fluctuación puede verse quizás a partir del 2015, donde se presentaron seis trabajos en concurso, en el 2016 se presentaron nueve y en el 2017 fueron solo cinco las obras seleccionadas.
Si bien lo números revelan una especie de meseta en cuanto a la producción, lo cierto es que las historias contadas al parecer también.
El ejercicio y el desafío cuádruple de hacer cine en Cuba, hecho por jóvenes y de animación, no fue suficiente y quedó al descubierto algo sobre lo que insisten hace tiempo los pocos que aún perseveran: primero, que faltan animadores haciendo y juzgando; y segundo, que se necesitan más guionistas, gestores y productores para ayudar a los más noveles a construir y distribuir sus trabajos.
Realmente buscar culpables y pedir cabezas tampoco es la solución. La decisión de un jurado compuesto por excelentes creadores es de notoria importancia aunque, insistimos sobre el tema: dentro de un certamen competitivo los premios no determinan todos los verdaderos aportes de un espacio de encuentro, exhibición y debate.
Hacer animados cubanos ha sido difícil en todos los tiempos. Según Willema Wong Tejeda -investigadora, historiadora del arte y encargada del proyecto de recuperación y conservación del patrimonio cinematográfico de los Estudios de Animación del ICAIC– la creación del Departamento de Dibujos Animados dirigido por Jesús de Armas fue un momento muy significativo.
De ahí surgieron los verdaderos fundadores del género en la etapa post 59, todos ellos diseñadores y dibujantes de cierta experiencia que provenían de la publicidad, la gráfica y las artes plásticas, quienes se ejercitaron en múltiples disciplinas.
En sus propias palabras reseñadas en un artículo del sitio cultural La Jiribilla:
“Fueron los iniciadores de un proyecto en el que veían futuro, aunque carecieran de materiales, equipos técnicos, y les faltara un laboratorio, por lo cual se desvincularían de su obra durante el tiempo que la película viajaba hacia México, España o Checoslovaquia para el revelado.”
“Ponían todo su ingenio en salir adelante. Fue debido a estas limitaciones que Lucas de la Guardia, músico que comenzaba sus funciones de editor, hizo su propia cortadora y pegadora cuando se encontró sin moviola para continuar el trabajo.»
«A falta de printer óptico (truca) creaban sus propios efectos, nombrándolos como en un divertimento de quienes están descubriendo un mundo nuevo.”
“Hernán Henríquez se convirtió en el animador principal y maestro, pero entre todos se enseñaban. Aprendían con la práctica diaria, experimentando, retroalimentándose unos a otros con las búsquedas propias. Eran inexpertos, emprendedores y creativos; fueron atrayendo a artistas plásticos, diseñadores, incluso jóvenes estudiantes de teatro, interesados en hacer animación.”
“Aquel departamento constituyó un centro de fuerte movimiento cultural donde confluyeron creadores de diversas áreas.»
«Algunos incursionaron en ese género durante un tiempo breve, para continuar desarrollándose en otras manifestaciones artísticas; son los casos del escritor Luis Rogelio Nogueras (formó parte del departamento durante cuatro años, desde 1961), Holbein López (en 1962 pasó a diseñar afiches y luego a ser el diseñador de la revista Cine Cubano), Enrique Nicanor González (trasladó su residencia a España, donde trabajó en televisión) y el pintor Sandú Darié.»
«Permanencia más prolongada (durante la década completa de los sesenta y comienzos de los setenta) tuvo Harry Reade, un australiano ilustrador y guionista que jugó un reconocido papel en la formación de Juan Padrón en los setenta”.
Algunos concuerdan con esta historiadora, otros no, y la polémica se ha generado tanto en los ámbitos académicos y críticos como en los personales, debido a que a un gran número de profesionales la historiografía los ha relegado al ostracismo como parte de los fundadores de los Estudios de Animación del ICAIC y además, porque no se ha diferenciado con claridad quiénes eran animadores per se en ese complejo mundo de la animación cinematográfica y quienes fueron colaboradores imprescindibles dentro de ese proceso de trabajo que combina e integra, en un perfecto engranaje, muchos saberes combinados.
Un ejemplo interesante es el texto publicado por Juan Antonio García Borrero en Cine Cubano: la Pupila Insomne, donde el reconocido animador Paco Prats habla sobre el hecho.
Lo cierto es que un sinnúmero de integrantes han formado parte de la animación cubana.
Entonces, un humilde pero sincero homenaje, posiblemente pecando de dejar injustamente a alguien fuera, a realizadores como Tulio Raggi, Paco Prats, Mario García-Montes, Gisela González (en línea y relleno o como colorista, desde 1960 hasta 2004), Noel Lima, Modesto García, Miguel Villanueva, Mario Rivas, Jorge Jardón, Dalia Vázquez, Javier González, Erasmo Juliachs, Leonardo Piñero, Jorge Carruana, Alfredo Lio, Tony Labra, Gabriel Ramis, Erica Negret, Esperanza Miclin, Mayra Solano, Paul Chaviano, Jorge Pucheaux, Adalberto Hernández, Hector Borroto, José Luiz «el niño», Rosa María Hidalgo, Rosa María Carreras, María del Carmen López, Cristina Fernández, Norma Martínez, Pedro Velázquez, Orestes Vergel, Manolo Pérez, Orlando Alba, Carmen María González, Adita, Eduardo Muñoz Bach, José Reyes, Walfredo Díaz, Luis García Mesa, Teresa Ordoqui, Ernesto Padrón, entre muchísimos más que merecen el crédito de ser nombrados por su obra o su labor meritoria.
Luego llegaría Juan Padrón en la década del ochenta quien, con sus más de 50 cortos y 5 largometrajes (entre ellos los de su famoso personaje de Elpidio Valdés, “Vampiros en La Habana” y los “Filminutos”) se convertiría en el padre de la animación contemporánea en Cuba, creando un legado para los que iniciaran su camino en el género.
Varios trabajos críticos se han publicado en los últimos años sobre la joven animación de cine en Cuba, exponiendo sus retos, dificultades y exponentes más relevantes.
Entre ellos resulta interesante el de Alejandro Madorrán Durán: “Las nuevas apuestas del animado cubano”. Aquí se hace un recuento de los últimos trabajos salidos a la escena pública en cuanto a muñequitos cubanos y algunas valoraciones.
Así mismo, y como ya nos tiene acostumbrados, el texto de análisis que hace Antonio Enrique González Rojas: “Entre las vena abiertas de la plastilina y el ánime cubano. Consideraciones sobre algunos animados participantes en la 12da. Muestra Joven del ICAIC”, publicado en el blog “Cine Cubano, la pupila insomne” del también crítico Juan Antonio García Borrero, donde hay un rosario de ricas referencias críticas sobre el tema de animación joven cubana.
En este mismo sitio del blog existen otras muy serias reseñas de cortos animados cubanos hechos por noveles realizadores, destacándose entre ellas la del importante crítico y docente Mario Masvidal “No country for old animators”, quien arropa una larga trayectoria sobre los vericuetos de la animación para adultos.
Muy recomendable es la polémica desatada el pasado 10 de abril por la publicación en su cuenta de Facebook del reconido joven animador Víctor Alfonso Cedeño, autor de la muy premiada serie “Dany y el club de los Berracos”, quien anunciaba su decisión de no volverse a presentar al evento de la Muestra Joven de ICAIC tras el polémico premio desierto en esa categoría.
Así van las cosas en la isla sobre un género que, aparentemente, es valorado por muchos como inferior a sus hermanos de la ficción o el documental.
La falta de espacios reales de discusión, debate y, sobre todo, soluciones en cuanto al tema de la animación de cine en Cuba siguen provocando ese tono de decepción en algunos jóvenes realizadores que deciden “abandonar el barco”.
Y es que resulta una paradoja ver el magnífico edificio que posee los Estudios de Animación del ICAIC en su nueva sede desde el 2003, con toda la tecnología a su alcance, y que se siga hablando de trabajos independientes, muchos de ellos creados por personal de la institución y circulando por medios no oficiales (dígase la piratería o el famoso “Paquete Semanal”).
A pesar de este dilema, existen no solo quienes se quejan sino que buscan soluciones. Ya se realizaron algunos encuentros de animadores en el país y un caso interesante hoy es el de Ernesto Piña, quien se encuentra en pleno proceso creativo de un proyecto llamado “La Peña de Piña” por medio de su productora independiente Erpiro Studios y Canal Habana, para dar promoción, distribución y formación a los animadores del país.
Sobre este realizador hacemos un aparte, puesto que este año presentó un trabajo sin demasiada prensa que participó en la sección Fuera de concurso dentro de la 16 Muestra Joven ICAIC. El mismo se titula “Close” (2016) y desde la animación resulta una obra fresca, bien lograda y fruto de un creador consagrado dentro del evento que ya excedió los años permitidos.
Han pasado varios años desde que “Sentencia Subterránea” (2002), su primer trabajo, se presentara en la II Muestra de Jóvenes Realizadores. Este cortometraje con tintes grotescos, monocromos y pinceladas de un humor sarcástico definiría el estilo de casi todos sus materiales.
Sin embargo, Ernesto Piña no se quedó en esta experiencia. Ha ido creando su ajiaco perfecto con las influencias más variopintas: un poco de argot popular (o “el cubaneo” hablando en plata), una pizca de muñequitos rusos y cubanos de su infancia y, como hijo de su tiempo, algo del anime japonés, la animación experimental europea y las grandes productoras americanas como Disney y Pixar.
Obras como “Todo por Carlitos” (2005), “Sin pelos en la lengua” (2010), “Wajiros” (2011), la serie televisiva “Pubertad” (2008-2011), así como varias incursiones en el videoclip, dan fe de ello. Su último videoclip de animación “Mi vida loca” del vocalista Osamu Menéndez recibió hace unos meses el galardón en la categoría Music Video en los Global Music Awards.
En “Close” (2016), su último trabajo, el director se rodea de un equipo de élite para incursionar por primera vez en el 3D y propone en poco más de 4 minutos una historia de amor de dos jóvenes científicos que buscan la solución a un problema macro e irreversible. Él, un joven cubano negro desde un laboratorio improvisado en el sótano de un edificio de la Habana; ella, una chica asiática en la torre más alta de una ciudad llena de rascacielos y luces. Este uso inteligente de pares aparentemente opuestos (alto-bajo; negro-blanco; pobre-rico; dentro-fuera) acompañan toda la narración, articulando su conflicto y posterior desenlace (in)esperado.
Con un trabajo pensado en sus detalles desde la puesta en escena de cada uno de sus espacios y la propia animación, la obra provoca muchas reflexiones y propone un happy end idealista y poético. Su banda sonora juega un papel protagónico convirtiéndose en otro de los momentos agradecibles dentro del corto. Genera los ritmos de la historia y describe los personajes al punto en que implica al espectador en las posibles soluciones del asunto.
“Close” nos muestra a un creador que tiene la cualidad de urdir historias cimentadas en la cotidianidad y los sujetos más variopintos. Podríamos decir que Piña posee la cualidad de ser uno de esos animadores jóvenes que continua trazando ejes desde la experimentación, la mezcla de influencias y el humor inteligente que invita a reflexionar sobre su contexto.
En esta obra queda explicito ese trabajo colaborativo, donde el creador otorga libertades creativas a su equipo en función del producto final. Y, sobre todo, expone con diafanidad cómo la animación se comporta diferente a otros géneros, puesto que se crea desde cero y, aun cuando su director es la cara visible, el resultado final es la conjugación de muchos saberes combinados. En este caso Alejandro Rodríguez como director de arte y Yunior Frómeta, Humberto Junco, Boris Trueba, Sergio Valencia y Alexis Echemendía en otras especialidades marcaron la diferencia.
Así que por suerte no todo está perdido. Existen muchos haciendo “cosas” en Cuba y para bien.
Ahí tenemos a Harold Díaz, Ermitis Blanco, Yolanda Durán, Víctor Alfonso Cedeño, Marcos Menéndez, Harold Rensoli, Isis Chaviano, Ivette Ávila, Adriel Pérez, Adanoe Lima, Yemelí Cruz, Randy Betancourt, entre otros más.
Aún queda camino por andar y esperemos que los últimos acontecimientos no primen sobre un género con tanta historia de lujo en nuestra cultura.
Después de todo, qué cubano no dijo una vez: ¡Quiero ver los muñequitos, mamá!
Holguín, 1988. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de la Habana. Miembro de la sección de Crítica e investigación de la Asociación Hermanos Saiz (AHS). Ha publicado artículos y reseñas en Revista Cine Cubano, Esquife, Cubanow, Portal Digital de la AHS, Extramuros, Bisiesto, Revista Film, Artenlinea, Plataforma de Arte Contemporáneo VADB, entre otras. Vive en Montevideo, Uruguay, donde prepara como Film Curator la Muestra de Cine Joven Cubano.