Siro Cuartel se desquita, con sus memorias, del crítico de cine cubano Dean Luis Reyes.
Todavía en los años 90 tener un video constituía cierto privilegio para las familias cubanas.
Yo siempre fui un amante furibundo del cine. De alguna manera inventaba que me prestaran un casete y con el casete bajo el brazo paseaba por “ahí” y alguien se encargaba de preguntarme de cuál película se trataba. Casi siempre terminaba metido en casa de ese “alguien” viendo aquella película por enésima vez, pero garantizándome un cupo en la sala de aquel lugar para futuras proyecciones.
Cuando entré a la beca de F y 3ra en la Universidad de La Habana había, que yo recuerde, tres tipos duros que podían hacerme competencia cuando se hablaba de cine. Uno era El Peco, quien regentaba el piso 8ª (el de la Recreación) y era una verdadera polilla cinematográfica porque su misión era esa: buscar películas para entretener a los becados. Otro era el mulato Adonis Liranza, que ahora trabaja vinculado al cine en Francia, y el último –no por nada, sino porque lo menciono ahora de último– era un guajirito de Sancti Spíritus, muy inteligente y con unos ojos muy vivaces, llamado Dean Luis Reyes.
También en la beca estaba “El Chino” Castillo, Pablito, y un grandulón con unos espejuelos de esos culo de botella, pero botella de verdad, cuyo nombre he olvidado. Esos tres últimos intentaban “poner una” cuando se hablaba de cine, pero qué va… no competían con ninguno de nosotros.
Nunca revelé mis armas, pero cada vez que El Peco, o el mulato Adonis, o el Dean venían a hablarme de alguna película, yo la había visto ya en casa de mi tía o, al menos, conocía la sinopsis. Recuerden que siempre antes de la peli, en el casete, te enganchaban hasta 10 trailers de otras diez películas distintas, lo cual me permitía decir: «ESA LA VI», sin haberla visto.
Y en casa de mi tía se ponían en el video hasta cinco películas diferentes cada día. Así que a mis contendientes les era difícil “darme alante” con algún estreno.
Pero saber de cine no es cuestión de haber visto más o menos películas, o verlas de primero o de último, sino de entenderlo, y mientras yo me fui por otros rumbos, Adonis y Dean Luis Reyes decidieron seguir en lo que verdaderamente les gustaba: el séptimo arte.
A la altura del 3er o 4to año de la carrera, lo confieso, apenas podía sostener un diálogo “técnico” con el Dean. De hecho, la cruda realidad del período especial me golpeó tan fuerte el orgullo estomacal que abandoné un tanto la cinematografía por comerme una hamburguesa en “La Cocinita”, y de ello, artero, sacó ventaja Dean.
Cada día poseía más argumentos… e, incluso, se unió en “concubinato cinematográfico” con Adonis. Así que iban juntos a ver una película y compartían criterios a la salida de la proyección. Criterios compartidos que, una vez expuestos en la beca, parecían más bien salidos de la boca de Rolando Pérez Betancourt que de la de ellos.
En este punto debo aclarar que, si yo no era muy agraciado físicamente, el mulato Adonis sí y, por tanto, ¿a quién le iban a escuchar los argumentos las nuevas chicas de la beca de F y 3ra? ¿A mí? ¡No me jodan! En fin: que me tocó perder ante las evidencias. Aclaro, Adonis no era “mulato”, era “mulatico color cartucho” y tenía cuerpo atlético.
Así pasó el tiempo. Y pasó, como el poema, un águila por el mar. Cada cual terminó sus estudios. Yo me dediqué a otras cosas y Adonis y el Dean siguieron metidos en lo del cine.
Quiso la buena fortuna que 10 años después de aquello nos encontráramos en el cine La Rampa, el Dean y yo, en uno de esos días de Festival de Cine. Yo iba con una noviecita que estudiaba en la CUJAE, y el Dean, como todo intelectual en Festival de Cine que se respete, iba solo. Así que entramos a la sala.
Confieso que la película era difícil para mí; y el Dean Luis Reyes, a la salida, quizás recordando aquellos primeros años de la beca en que solíamos compartir criterios, enseñanzas y conocimientos, hizo la pregunta más incómoda que un experto en cine como él le puede hacer a un “sapingo” como yo:
– Dime… ¿qué-te-pa-re-ció?
A esa hora, y con una novia universitaria al lado, lo menos que podía hacer era dejarme caer; entonces conseguí un poco de aire, ecuanimidad y le respondí a aquel muchachito, que en sus días apenas podía ponerme un centímetro delante:
– Me pareció, Dean, una película interesante. Un argumento muy poco ortodoxo, al cual nuestro público y nuestro cine no están acostumbrados, claro; pero tiene muy buena fotografía, y los trabajos actorales… no se puede decir que fueron malos. No está para un premio Coral, pero es “pasable”.
El Dean me miró con aquella cara de no saber qué responderme y yo, ciertamente, no sabía si había dado en el clavo. Él sonrió, no dijo nada… y quiso la mala fortuna (porque si había sido buena, al permitirme el reencuentro con él, ahora tenía que aportar su cuota de maldad) que en ese instante mi noviecita se excusara para ir al baño.
Entonces ocurrió algo sin precedentes.
Si en los años universitarios nuestros encontronazos críticos entre los amigos se caracterizaban por la mesura en los argumentos para refutar al contrario, Dean Luis Reyes, ahora, armado hasta los dientes de conocimientos, y con aquella confianza que siempre le brindé, me dijo:
– Compadre, ¿de qué estás hablando? ¡La película es una mierda!
Me volteé, vi que mi novia no estaba ni por todo aquello, y le dije:
– Tienes razón, compadre, es una mierda… ¡una tremenda mierda!
Y nos echamos a reír.
La Habana, Cuba. Personaje satírico de las redes sociales, famoso por sus entrevistas exclusivas a grandes personalidades y noticias trending en el sitio digital El Lumpen.
Yo no estuve en F y no conozco a Dean, pero por la foto publicada creo que si conozco a Siro.
La película a la que se hace mención no la he visto (o si) por lo que no puedo opinar. Como no dicen el nombre…
Querido Dean: Tu mala memoria evidentemente siempre te puso en aprietos,a ti, al mulato Adonis y al peco con respecto a mi jajajaajajajaajaja uds sabian mucho pero el disco duro era malo jijijijii. Abrazos para ti, y te recuerdo con cariño y tu camisita de cuadros y tu jean y tu carterita carmelita de tira larga que cruzabas al hombro. No me olvido de tus botas centauro, ni lo fula q te ponias a la hora de la comida pa luchar 2 y 3 bandejas.
Eso de que tu memoria «no la brinca un chivo» acaba de ser confirmado. Compadre, no recuerdo ni esto que cuentas ni aquella película. Pero muy buenas imágenes de F y 3ra me has traído. Un abrazo de Dean