Palabras de agradecimiento pronunciadas por Manuel Herrera al recibir, junto a su familia en el ICAIC, el Premio Nacional de Cine en Cuba correspondiente al año 2022.
En el cielo nocturno de Santa Clara brilló una estrella fugaz…
—Pide un deseo hijo, pide un deseo—, dijo mi madre entre ingenua y esperanzada…
Hoy, agradezco a este jurado que me honra al designarme para este premio. Son mis compañeros de toda la vida. Ellos me conocen bien. Eso me honra y me hace sentir contento. Gracias amigos.
Ayer, un periodista me preguntó: ¿Cómo se sintió al ser designado para este premio?
Igual y contento. —Le respondí—.
Igual porque nada en mí cambia y contento porque significa que mi vida ha valido de algo, que en el breve tiempo en que se cruza por ella, como se cruza una calle, algo se ha hecho y quienes me conocen, lo reconocen.
Y pienso entonces en mi compañera, tan feliz ahora, como yo lo estuve con su premio. En el rostro alegre de mi hijo… En mi nuera, llorando emocionada en mi hombro, en mis nietos que se alegran sin saber porqué y en mis padres, que donde quiera que estén celebran como les gusta hacerlo, con el vino fabricado por mi abuelo. Y pienso en mi Santa Clara querida, en sus calles y sus gentes que un día me consideraron Hijo ilustre.
Pero —como dijo Martí—: ‘Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz’…
Mis preocupaciones son de otra índole.
Mas esperanzado que ingenuo asistí hace unos días a una reunión donde se nos habló de los planes para el futuro. Planes grandes, sin dudas, y que requieren de mucho trabajo. A medida que los conocía conformaba la idea de estar en un nuevo camino.
Después de atravesar largos años de probar, probar y no llegar, estábamos ahora enfilados hacia la refundación del ICAIC sobre sus bases históricas, pero acordes con los tiempos. Y pienso que esa es la clave mas exitosa: la refundación.
¿Es posible a la luz de hoy reconstruir el pasado y volver a hacer funcionar al ICAIC como lo hacíamos antes?
No me parece posible. Los tiempos cambian y las condiciones de producción cinematográficas son y serán otras y más agudas en el futuro.
Negarse a navegar con los tiempos es ir a contrapelo de la historia.
Hace hoy 63 años se promulgó una ley que estableció, por primera vez, al cine como un arte.
Para mí, el concepto de cine de arte hoy se relaciona más con el gusto del espectador que en los años 50-60, pero no ha muerto. Es un cine de ideas, que puede contar bien o mal una historia pero que, fundamentalmente, nos hace pensar.
Muchos de los compañeros de mi generación nos hemos mostrado preocupados por el futuro de lo que construimos a lo largo de estos años. No hay que preocuparse, porque hoy volvemos a ser todos uno y uno para todos en busca de un futuro.
Cada día pienso mas en que la clave del éxito del ICAIC que me gusta llamar ‘clásico’ no se puede encontrar en un solo aspecto. Hay que considerarlo como un movimiento cultural, que con una divisa: “La formación de un clima propicio a la creación”, alcanzó una unidad dentro de la diversidad con una extraña y prometedora relación entre funcionarios y artistas.
Hoy el Fondo de Fomento del Cine Cubano, los colectivos de creación independientes, la posibilidad económica de hacer y la futura film comission, imponen nuevos caminos.
Hoy vamos en vías de lograr la base material para estructurar la producción, para recuperar las pantallas y muchas cosas más, pero debemos también recuperar ese impulso necesario a la creatividad que se envuelve en la discusión y el intercambio. Sentir que la obra del otro es tan importante como la personal.
El Festival Nacional de Cine puede ser una vía, porque hoy los cineastas somos una multitud de potencialidades creativas dispersas y luchando cada uno por hacer su película. En esas condiciones, por la característica plural del cine, funcionar como un movimiento artístico es muy difícil.
¿Podría la UNEAC desempeñar un papel aglutinador? No lo creo.
El movimiento de los cineastas cubanos tal vez pudo ser una solución, pero no logró centrar sus objetivos. Fue, tal vez, el último canto del cisne.
La creación de una Academia de Cine, como las existentes en otros países, puede coadyuvar al trabajo de refundación de la industria, ser un incentivo a la calidad, dotar de un mecanismo para la designación de las obras a competir en los festivales, su categorización mediante los encuentros y discusiones y dotar de un cuerpo estructural al Premio Nacional de Cine. No impongo, solamente propongo.
Pero pensemos en este premio, anual y único.
Requiere de una revisión para considerar —no que se compartan los premios porque eso lo debilita—, sino que se establezca una división por especialidades para hacer justicia a tanto técnico-artista con merecimientos que, por su edad, nunca alcanzarían a tenerlos en vida, pero bien entendido que este no es un premio laboral. Estudiar las categorías necesarias y hacer que las nominaciones sean tan valiosas como los premios.
Me he tomado la libertad de hablar del futuro… que también es mío, nuestro, de todos los que contribuimos con un granito de arena al nacimiento de nuestro cine y de los que hoy impulsan su continuidad…
Mañana no será igual, pero seguirá siendo nuestro cine, con su mirada artística, irreverente y revolucionaria.
Hasta luego, tal vez, algún día, todo vuelva a comenzar y cuando cruce una estrella fugaz por el cielo de la noche, ese será el deseo que, más esperanzado que ingenuo, pediría…
Gracias.
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