NOTA ACLARATORIA:
Este compendio fue publicado previamente en la Revista digital «Vitral», de la Arquidiocesis de Pinar del Río, y ha sido complementado con informaciones extraídas de Wikipedia y otras fuentes, para enriquecer su contenido.
Para analizar el cine cubano anterior al triunfo de la Revolución debemos dividirlo en dos etapas, a las cuales nos obligan los estudios tradicionales de la cinematografía mundial: de 1897 a 1930, el cine silente, y de 1930 a 1958, el cine sonoro.
Con esta aclaración preliminar podemos desarrollar, en breve sinopsis, la historia de nuestro cine hasta 1958.
Después de que los hermanos Auguste y Louis Lumière inventaran y popularizaran el cinematógrafo, se dedicaron a viajar por las principales ciudades y capitales del continente americano. El 24 de enero de 1897, Gabriel Veyre llevó el primer cinematógrafo a La Habana desde México. La primera presentación se llevó a cabo en el Paseo del Prado n.º 126, al lado del teatro Tacón, hoy llamado Gran Teatro de La Habana. Cuatro cortometrajes fueron mostrados: Partida de cartas, El tren, El regador y el muchacho y El sombrero cómico. Las entradas costaban 50 centavos, 20 para niños y militares.
Poco después, el sábado 7 de febrero de 1897, Veyre realizó el primer filme producido en la isla, apropiándose de un lugar en la historia de la cultura cubana. Veyre aprovechó una visita, a la Estación Central de Bomberos, de la famosa actriz española María Tubau, que actuaba en la Habana, para recoger en una breve película de un minuto de duración, una maniobra con fines demostrativos. Presentaba a los bomberos de guardia en el acto de sacar la bomba, el carretel y el carro de auxilio; el enchufe de la bomba al hidratante situado en la puerta del cuartel, y, finalmente, el empalme de las escaleras y la subida de los bomberos hasta la azotea portando la manguera. El filme, exhibido a los pocos días ante el asombro y los aplausos del público, se tituló “Simulacro de Incendio”. Volvió a exhibirse en 1903.
La segunda producción fílmica realizada en Cuba (1898), y primera hecha por un cubano, se debe a José E. Casassús, y se llamó El Brujo Desaparecido o El Brujo Desapareciendo. Fue un corto de ficción que servía de propaganda a una firma cervecera. El actor era el propio Casassús, quien desaparece para ir a buscar una cerveza. Colaboró en el filme un joven de 15 años, quien más tarde se convertiría según la crítica en el verdadero iniciador del cine cubano: Enrique Díaz Quesada.
En esta primera fase de introducción, se caracterizaron ciertos sitios para el cine en Cuba: Panorama Soler, Salón de variedades o ilusiones ópticas, Paseo del Prado #118 y Vitascopio de Edison, entre otros. El teatro Irioja (actualmente llamado teatro Martí) fue de los primeros teatros en presentar películas como atracción. Los primeros teatros para cine fueron instalados por Casasús, actor, productor y empresario, y el primero fue el llamado Floradora y que luego fue renombrado Alaska.
A partir de 1906, el interés por hacer cine en Cuba tomará un relativo impulso para decaer más tarde con la misma o mayor rapidez con que apareció. Se destaca en este período la figura de Enrique Díaz Quesada, quien, hasta 1922, y a pesar de los errores de concepción en lo que a industria cinematográfica se refiere, será el eje central de la producción cinematográfica cubana.
Díaz Quesada, junto al empresario Francisco Rodríguez, creó la Empresa The Moving Pictures Company, ofreciendo proyecciones de especial interés como el entierro de Máximo Gómez.
El documental fue uno de los géneros cultivados en esta primera etapa de nuestro cine, mereciendo atención dentro del género El Parque de Palatino (marzo de 1906), referente a un parque de diversiones recién inaugurado en la zona de La Habana conocida después como Coney Island. Hecho con fines propagandísticos, su negativo se envió a Estados Unidos, posiblemente para atraer turismo. El Parque de Palatino es una de las muestras más antiguas que se conservan del cine realizado en el país antes de la revolución y está considerada por algunos como «el primer intento cinematográfico real en Cuba».
Otros documentales de Quesada sirven para ilustrar la época de los primeros años de la República: La Habana en agosto de 1906, enmarcado en el momento de la guerrita de agosto; La Salida de Palacio de Don Tomás Estrada Palma, que al parecer recoge el momento en que el presidente abandona el Palacio de los Capitanes Generales para dejar campo libre a la segunda intervención militar norteamericana.
En 1909 se filma por primera vez en el interior del país. De nuevo es Díaz Quesada con la cinta Los festejos de la Caridad en Camagüey, además de la cinta de ficción de Chas Prada: La Leyenda del Charco del Güije, de 10 minutos de duración.
A la relación de los documentales anteriores se une una larga lista de obras en las que la figura de Díaz Quesada está presente y que evidencia que en estos años (1899 a 1918), caracterizados por el predominio del cine europeo en nuestras pantallas.
Queda claro que el primer género que se produjo a gran escala fue el de revisión histórica. En Cuba, películas como El capitán Mambí y Libertadores o guerrilleros (1914), de Enríque Díaz Quesada con el apoyo del General Mario García Menocal se destacan. Díaz Quesada adaptó a película una obra española del novelista Joaquín Dicenta en 1910, una tendencia de la época, que adaptaba obras literarias a películas, como también imitaciones a Charles Chaplin, comedias francesas y aventuras de vaqueros.
Junto a la figura de Díaz Quesada hay que destacar a Santos y Artigas, dueños del famoso circo cubano, quienes constituyeron una firma, encargada de traer a Cuba cintas de largometraje, pero además, fueron los primeros en establecer el negocio de la distribución, y finalmente, apoyaron el de la producción.
A partir de 1910, Santos y Artigas junto con Quesada, producen Juan José, cinta basada en la obra homónima de Joaquín Dicenta. Le siguen, entre otras, en 1913 El Rey de los Campos de Cuba, considerada como el primer largometraje dentro del cine silente. Se agrega un considerable número de obras hasta 1922, en que Díaz Quesada filmó de forma independiente.
Los filmes de esta etapa se refieren a temas históricos, costumbristas, sociales, folklóricos o simplemente sobre aspectos de nuestro quehacer cotidiano. Entre los más significativos podemos citar: 1916, El Rescate del Brigadier Sanguily; 1917, La Hija del Policía o En poder de los Ñáñigos, El Tabaquero de Cuba y La careta Social; 1918, La Zafra o Sangre y Azúcar; 1919-1920, La brujería en Acción. Con esta última película, Santos y Artigas se retiraron. A partir de ese momento, se destacan dos figuras independientes: Ramón Peón y Díaz Quesada.
Los filmes de la etapa de 1920 a 1930 no superan los de la década anterior en lo que a temas y argumentos se refiere. Merece destacarse el rodado por Díaz Quesada en 1922, Arroyito, que fue el último de este director.
Por una curiosa casualidad, el primer filme de Quesada fue sobre la vida de un famoso bandolero, y el último se refiere a otro, conocido como «el bandolero romántico».
En esta época aparecen los noticieros cinematográficos, entre los que se pueden destacar, en 1920: El Noticiario Silente, y en 1924: Actualidades Habaneras. Estos noticiarios fueron hechos en colaboración con la prensa de la época.
El cine de ficción continuó con producciones nada relevantes. En la década del 20 merecen destacarse algunas como: El Inocente, Justicia Mora, El Traficante y Alma Guajira, esta última rodada en 1929.
En 1930 se produjo un escándalo en los medios cinematográficos, en el que se vio involucrado el periódico «El Mundo», de gran prestigio en la época. Con el fin de desviar la atención de la publicidad, este diario convocó a un concurso de argumentos para cine, resultando ganador el titulado La Virgen de la Caridad, de Enrique Agüero Hidalgo, llevado al celuloide ese mismo año bajo la dirección de Ramón Peón.
Constituyó uno de los primeros estrenos simultáneos en nuestro país y la más importante película producida en Cuba por el cine comercial antes de 1959; con ella culmina el ciclo de cine silente producido en Cuba.
Su mayor mérito es el intento que, dentro de los patrones establecidos, hace por acercarse a la realidad del campesino cubano. Es un filme que posee aceptables actuaciones y superó su objetivo inicial al adentrarse en problemas sociales como el desalojo de la tierra, la lucha de clases y nuestras creencias. Este último aspecto pudo haber sido tratado con mayor profundidad, no de la manera panfletaria con que se maneja el aspecto religioso. No obstante, críticos como George Sadoul han emitido muy favorables opiniones, considerando este filme superior a la producción argentina y brasileña de esos años.
Se conservan en su totalidad 10 documentales silentes y dos filmes de ficción, uno de ellos sólo en fragmentos: El veneno de un Beso (1929) y La Virgen de la Caridad (1930).
Del resto de la producción, sólo conocemos por referencia de archivo y publicaciones de la época, por tanto, no es posible hacer una valoración pormenorizada y objetiva de la etapa silente del cine cubano. Debe tenerse en cuenta que este cine llevó consigo la defensa implícita de nuestra cubanía frente a la fuerte penetración foránea canalizada a través de películas norteamericanas y europeas, amén de las empresas distribuidoras norteamericanas que contaban con el incondicional apoyo de las autoridades criollas, quienes de una forma u otra respondían a intereses que no eran precisamente los de nuestra precaria industria cinematográfica.
La etapa de cine sonoro en Cuba, de 1936 hasta 1958, se corresponde con el período de mayor penetración económica de los intereses extranjeros en Cuba, y por ende mayor penetración cultural, en detrimento de nuestros valores nacionales.
Por eso el camino del cine sonoro cubano va a ser más escabroso que el de su antecesor. Iniciado en una etapa crítica, sufre los efectos de la crisis general del machadato, sin embargo, el primer tanteo, después de un adiestramiento del personal técnico en Estados Unidos, fue un pequeño documental comercial realizado sobre un hotel de G y 25 en La Habana. Posteriormente se rodó el primer corto musical cubano: Maracas y Bongó, del director Max Tosquella.
También aparece el noticiario Royal News, que ocupó la primacía entre los de su tipo en la época sonora.
Con música de Ernesto Lecuona, ve la luz en 1936 el corto Como Arrullo de Palmas, nueva incursión en el género musical. En 1937, La Serpiente Roja, dirigido por Ernesto Caparrós, se constituye en el primer largometraje sonoro realizado en Cuba.
Entre los directores de la época se destaca Ramón Peón, quien logró la fundación de PECUSA (Películas Cubanas S.A.), en la que se llamó a cooperar a los mejores técnicos del país.
Surgieron entonces cintas como Sucedió en La Habana, de Ramón Peón, interpretada entre otros por Rita Montaner, Alberto Garrido, Federico Piñero, María de los Ángeles Santana…, con marcados elementos costumbristas, pero con una genuina cubanía; y Romance del Palmar (1938), del propio director, con Rita Montaner, Carlos Badíaz y María de los Ángeles Santana, entre otros.
De este modo la PECUSA filmó seis películas, en las que se resaltan la identidad cultural, nuestro modo de pensar y nuestra música, aunque los temas y guiones eran mayoritariamente flojos y las realizaciones deficientes, dando la impresión de quedar incompletas.
Características similares en general se aprecian en la producción posterior a 1939, debido a la influencia de intereses foráneos y de inversionistas nacionales. Por tanto, nuestra producción estuvo marcada por las limitaciones de la cinematografía internacional de la época en lo que respecta al cine comercial, resultando películas de cuestionable calidad técnica en muchos casos.
Durante las décadas del 40 y 50, el principal papel del cine cubano fue proporcionar lugares exóticos, mujeres sensuales y ambiente tropical, elementos utilizados por las producciones de Estados Unidos y México. La producción se limitó a musicales edulcorantes, melodramas y filmes de corte detectivesco, ejemplo de los cuales, y con cierta calidad, resultó el antológico Siete Muertes a Plazo Fijo, con un excelente grupo de actores.
La producción principal era de intención propagandística, películas comerciales, noticieros y algunos filmes técnicos o científicos para determinado público. También el cine de corte erótico jugaba un importante papel.
Hubo muy poco de algún valor notable durante la década de los 50, y la única actividad cinematográfica seria se hacía en los cineclubs. Cabe destacar el «Cineclub de la Habana» fundado por Germán Puig y Ricardo Vigón en 1948, que en 1951 tomaría el nombre de Cinemateca de Cuba. Particularmente también destacan el de la «Sociedad Cultural Nuestro Tiempo» y el formado por el grupo «Visión».
Dos de los miembros de la Sociedad Nuestro Tiempo recién llegados de Italia, donde cursaron estudios cinematográficos en el Centro Sperimentale de Roma, filmaron en 1954, en colaboración con otros jóvenes, El Mégano, documental donde Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea, entre otros, denuncian el duro modo de vida del carbonero, explotado en las zonas cenagosas del sur de Cuba. Por su carácter testimonial fue confiscado por la dictadura.
Aunque no hay relevancia en su estilo, El Mégano es el mejor antecedente de cine comprometido anterior a 1959. Todos los que constituyeron el equipo de realización llegaron a a ocupar importantes lugares en nuestra producción cinematográfica posterior: Alfredo Guevara, Jorge Fraga, Jorge Haydú, Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea.
Durante la década de los 50 fueron hechas, además, coproducciones con México, entre las que se destacan: El Derecho de Nacer, basado en la novela del santiaguero Félix B. Gaignet; Piel Canela, Tintán en La Habana, etc.
Las compañías cinematográficas cubanas que fueron surgiendo tenían poca duración, o después de alguna filmación notable se dedicaban a producir para la TV o el noticiero. Ese fue el caso de PROFICUBA, que luego de rodar La Única, La Renegada, y otras, desapareció por falta de apoyo financiero. Sin embargo, esta empresa constituyó de cierto modo un freno sobre la producción y distribución. Los realizadores de la Productora Fílmica Cubana ya tenían experiencias, adquiridas en otros estudios nacionales, y desde la fundación de la nueva Cía se planteó la necesidad de post-filmaciones en nuestro país, sin recurrir al extranjero. Pretendía dar facilidades a los productores independientes. En 1952, fue desmantelada.
No puede obviarse la alusión al Banco de Fomento Agrícola Industrial (BANFAIC) si se quiere valorar el estado de la producción cinematográfica en los años 50. Creado en el propio 1950, con el fin de «apoyar nuestro desarrollo», esta empresa no vio con agrado el negocio del cine, lo cual se completa por el hecho de que todas las peticiones de préstamo fueron denegadas. Sólo el gerente norteamericano Bruce Newberry logró un crédito de un millón de pesos para producir 3 filmes: El árbol de la Fiebre, El Señor Salomón y la Reina Cleopatra y El Beso del Adiós, esta última rodada a partir de abril de 1959, un mes después de haberse promulgado la ley que fundó el ICAIC.
En febrero de 1960, el BANFAIC crea una asesoría cinematográfica, que funciona durante varios meses. Revisados unos 30 proyectos, fueron rechazados por la poca calidad. Finalmente esta institución desapareció.
Un acontecimiento de importancia en la década de los 50 fue la coproducción cubano-mexicana La Rosa Blanca o Momentos de la Vida de José Martí.
Este filme, muy costoso y polémico por sus inexactitudes, agrupó a un inmenso grupo de filmación y de actores. Auspiciado por la Comisión Nacional del Centenario de José Martí, se estrenó en agosto de 1954. La realidad es que el gobierno de Batista trató de mejorar su imagen pública al costear un filme en homenaje al Apóstol. Este fue el supraobjetivo de la película.
Hasta 1958 se continuó haciendo cine, pero sin gran relevancia, ya que mayoritariamente eran filmes comerciales y de temas intrascendentes, como la cubano-mexicana Y si ella volviera, 1956; Tropicana (producción a color); No me olvides nunca (también en coproducción con México), etc.
En conclusión, el camino seguido por el cine sonoro de la etapa pre-revolucionaria fue mucho más azaroso que la del cine silente, ya que aparte de algunos directores y productores nacionales, cayó en manos de coproductores, limitándose a responder a los intereses de capitales foráneos que se apartaron de nuestra realidad nacional y manipularon, por ejemplo, nuestra música, dando de ella una variante apropiada para el turista que venía en busca de diversión.
La imagen: un paraíso de palmeras, mulatas voluptuosas e insinuantes, costas rebosantes de cocoteros, mestizos y negros en anchas mangas de vuelos y un artificial exotismo; sumados al profuso y enervante calor tropical.
Dista mucho el pueblo pobre, humilde y falsamente «feliz con su destino», presentado por el cine sonoro, de aquella imagen atrevida, aunque manipulada, cautelosamente cercana a la realidad, que logró darnos el cine silente de Díaz Quesada y Ramón Peón, por sólo citar algunos de los pioneros. Para hacer cine en los años cuarenta y cincuenta había que parodiar el ambiente de México, Argentina o España, y sólo así se podía aspirar a ser considerado «bueno» en algunos círculos de exhibición.
La cinematografía surgida a partir de 1959 trajo otros temas y motivaciones dentro de un contexto sociopolítico diferente, pero pasó algún tiempo desde el triunfo de la Revolución cubana antes de que nuestra producción cinematográfica respondiera al nuevo contexto. Imposible borrar de un solo golpe el engranaje cinematográfico creado en la etapa anterior.
El derrocamiento de Batista trajo de inmediato un cambio político, pero esto no significó que con igual rapidez se produjeran los cambios necesarios en todas las esferas, máxime cuando el país estaba supeditado totalmente a una economía foránea.
Las primeras transformaciones se produjeron poco meses después del triunfo, encabezadas por la Ley de Reforma Agraria, el 17 de mayo de 1959, y al cabo de pocos años todas las instituciones privadas pasaron a manos del Estado.
Desde el punto de vista cultural, la primera institución que recibió el beneficio del nuevo orden fue el cine, pues el 24 de marzo de 1959 se promulgó la ley que creó el ICAIC, que surge como una institución para mediar el gusto estético del público, lastrado por las producciones cinematográficas anteriores; por tanto, su labor fue de orientación política, ideológica y estética, en un momento en que era imprescindible tomar de la mano la producción, distribución y exhibición cinematográficas.
El contexto sociocultural cubano contemporáneo está marcado por una irreconciliable lucha de clases en la que se enfrentan los rasgos subyacentes del viejo sistema y los nuevos valores, por tanto, este fenómeno tuvo una primera etapa: la de la lucha armada; y a partir de 1959, se entra de lleno en la más difícil, la de la lucha ideológica. Los cambios a que obliga esta segunda etapa tienen que ser firmes, tajantes, pero mesurados. No deben producirse de golpe, sino paulatinamente.
En la esfera del cine, la mayoría de nuestros avituallamientos e instalaciones pertenecían a particulares o a compañías cubano-extranjeras, las cuales siguieron, durante algún tiempo, desempeñando un papel importante en la producción cinematográfica cubana. Se filmaron en este período: Rebelión o Corre mientras puedas (cubano-norteamericana), Los Tres Villalobos y El Regreso de los Villalobos (coproducciones con México); El Beso del Adiós (financiado por el BANFAIC a un productor norteamericano); Nuestro Hombre en La Habana (producción inglesa rodada en Cuba).
Paralelamente a estas producciones, la dirección de cultura del ejército rebelde filmó los documentales Esta Tierra Nuestra y La Vivienda.
Es notable que productores particulares también rodaran algunos documentales que en el primer momento respondían a nuestros intereses, por ejemplo El Gran Recuento (realizado por Cine-Periódico), Gesta Inmortal (producida por la Cuban Color Films), con escenas actuadas y material de archivo. También se realizó el documental De la Tiranía a la Libertad, basado en un original que se filmó clandestinamente durante la dictadura de Batista y que se refiere a la lucha en la Sierra Maestra.
Estos materiales no obedecían a un plan para crear la nueva industria del cine en Cuba, sino a los intereses especulativos de sus productores. Sin embargo, al mismo tiempo, la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde y el ICAIC se encaminaban a la creación de una escuela documental.
Al fundarse el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos pudieron ser neutralizados los obstáculos que a la creación y desarrollo del nuevo cine pusieron otros intereses ya consolidados. Este objetivo se reafirmó cuando a la naciente institución le fue legado todo el personal técnico del Ejército Rebelde.
En 1959 y 1960 desaparecieron empresas particulares relacionadas con el cine. Sus propietarios abandonaron el territorio nacional.
Los años 60 y 61 se caracterizaron por la visita a Cuba de directores y productores de los países socialistas, los cuales brindaron su experiencia a nuestra cinematografía porque, al igual que ocurrió con el resto de nuestra industria e instituciones, los principales técnicos y especialistas emigraron. Durante la etapa se filmaron documentales referentes a los sucesivos cambios que se operaban, pero también, entre finales del 59 y el año 60, fueron rodados nuestros primeros largometrajes de ficción.
El 6 de junio de 1960 se exhibió el primer noticiero realizado por el ICAIC, que se convirtió en un vehículo de defensa y divulgación del nuevo orden.
Ante la actitud negativa de las empresas foráneas, el 11 de mayo de 1961, el ICAIC, de acuerdo con la resolución 2868 del Dpto. de Recuperación de Bienes del Ministerio de Hacienda, previa investigación, procedió a intervenir las empresas cinematográficas Películas Fox de Cuba, Artistas Unidos, Warner Bros, etc. Esta medida se unió a la nacionalización de las principales salas, considerándose esta una de las más importantes del ICAIC en 1961, junto con la creación de la Cinemateca de Cuba, en diciembre de ese mismo año. Todo esto permitió hacer una selección adecuada de lo más positivo del cine foráneo y dar a conocer el producto cinematográfico de los países socialistas. También se iniciaron los eventos de «La semana del Cine» de estos países.
Partiendo del hecho de la existencia de un cine cubano antes del triunfo de la revolución y de que, con la creación del ICAIC, se produjeron cambios fundamentales en nuestra producción cinematográfica, es necesario, para hacer un intento de periodización de nuestro cine de ficción, proponer las siguientes etapas, a fin de dar coherencia al estudio del mismo:
Cine a partir del triunfo de la Revolución:
1959 a 1965: búsqueda y definiciones.
1966 a 1976: consolidación de la cinematografía de ficción.
1977 hasta la actualidad: nuevas búsquedas del cine cubano.
Les recomendamos el excelente documental sobre «El cine silente cubano», que puede encontrarse en el excelente blog «Camino por mi historia», del notable director de televisión cubano Amado Cabezas Sanz, que contó con la colaboración de Luciano Castillo, actual director de la Cinemateca de Cuba, y de los archivos de la mediateca de la EICTV de San Antonio de los Baños, Cuba.
Lo más relevante y polémico del cine cubano y su audiovisual. Reseñas sobre filmes cubanos, actores cubanos, directores de cine cubano y mucho más.