Vi el documental anoche. Dos veces. Y no pude sacármelo de la cabeza.
Me acompañó en el sueño y en el recuerdo de historias como esta, que se tardan en ser contadas. Que requieren de sus testimoniantes una suerte de arrojo especial, de capacidad no siempre conseguida para dejar a un lado la mera anécdota y sobrepasar recelos y miedos de todo tipo para lograr hacerse nítidas ante una mirada nueva.
Y acá se trata de ver. Y de oír, sobre todo, la voz del protagonista de “Sueños al pairo”.
Dos jóvenes realizadores, José Luis Aparicio y Fernando Fraguela, han creado esta obra para intentar restituir a uno de los mejores trovadores cubanos al sitio donde intentó borrársele con saña.
Uno de esos sobrevivientes que espera aún por la rehabilitación que ya han logrado algunos (Piñera, Lezama, Carlos Montenegro, Nicolás Guillén Landrián, los Hermanos Camejo y Pepe Carril…), y que otros no han obtenido o nunca quisieron: Arenas, Cabrera Infante, Néstor Almendros, René Ariza, Guillermo Rosales…, quienes ya murieron cansados de esperar, pero legando una obra que también, rabiosamente, repite las claves de Cuba.
Mike Porcel vive en Miami, y sigue haciendo música. Los directores de “Sueños al pairo” lo han entrevistado a través de un intermediario. Y es su voz la que sirve de guía, en el habla o en la canción, a lo largo de esta media hora que ha bastado para desencadenar viejos resquemores y una prohibición que, en efecto, confirma no solo la persistencia de viejos odios e incomodidades, sino también la imperiosa necesidad de más obras como esta.
Lo que se cuenta en “Sueños al pairo” es la metamorfosis que lleva a un joven talentoso al papel agrisado de la no persona. Y aún peor: el tránsito que lleva a ese cuerpo y ese nombre a través de su progresiva desaparición ante amigos, colegas, que lo van abandonando.
Y hay que notar, como un punto decisivo a favor de este documental, es que Mike Porcel, autor de temas tan loables como Diario -de uno de sus versos se extrae el título de este audiovisual-, Diálogo con un ave, Canción simple o Ay del amor relata su peregrinar emocional y físico con la voz de quien ya lo ha sobrevivido todo.
No hay rencor, nos dice, hacia el final de este documental que arranca con las violentas imágenes de los actos de repudio que en 1980 se desataron alrededor del éxodo del Mariel y que concluye con su rostro, cuando nos asegura, en un plano que justamente me recuerda al que sirve de cierre a “Conducta Impropia”: “pienso en ti”.
Si en la pieza de Almendros y Jiménez Leal el dramaturgo y actor nos lega una mirada perdida entre la demencia y la renuncia, acá los ojos del compositor nos conectan con todo lo que nos ha narrado en otro orden de dolor. Un dolor que acaso el perdón y la nostalgia no resuelvan, pero que le ha servido para seguir haciendo canciones, imaginar otro estado de vida, rehacerse a pesar de los golpes y el silencio que en su país siguen operando cuando se le menciona, incluso, entre aquellos que dicen haber sido sus fieles, sus devotos: sus amigos.
De integrante del grupo Los Dada a miembro de la Nueva Trova. De arreglista y compositor de un excelente disco de Amaury Pérez sobre los versos juveniles de Martí (cuando se produjo esa fiebre por musicalizarlo, pocas veces con buen tino), a fundador de Síntesis junto a Carlos Alfonso. De ganador del premio a la canción tema del XI Festival de la Juventud y los Estudiantes con una obra coescrita junto a Ireno García, y parte de Teatro Estudio bajo la mirada penetrante de Raquel Revuelta, a una invisibilidad casi total.
Cuando los cubanos que entran con fuerza a la Embajada del Perú ponen el sueño de la Revolución en peligro, explotan todas las líneas de contención. Mike Porcel intenta irse a los Estados Unidos por la vía del Mariel, pero aunque tiene que resistir al inevitable acto de repudio que en ese entonces tal decisión conllevaba, no le permiten la salida.
Era demasiado peligroso, se creía demasiado importante, era mejor tenerlo bajo control: se habrán dicho quienes le bloqueaban esa vía. Una carta firmada por los miembros de la Nueva Trova le hace saber que lo han expulsado de ese núcleo, bajo acusaciones de traición y apostasía.
Y en una espera tan angustiosa como la que sufrieron, entre otros, el compositor Meme Solís, se tardó una década durante la cual fue organista en un templo religioso, hasta poder irse de Cuba gracias a la intervención de personalidades y fuerzas foráneas.
De ahí a España y luego a Miami, donde ha seguido haciendo música para teatro, ha grabado discos, publicó las letras de sus temas en el libro Tonadas y versos, y escucha las versiones de sus temas que en la Isla Ivette Cepeda y otros intérpretes insisten en dar a conocer a un público que probablemente no conoce a fondo la mitad de estas cosas. Y no hablo solo de la biografía de Mike Porcel.
Hombre de pocas palabras, Porcel se deja oír en los minutos iniciales diciendo a su entrevistador (el enlace en Miami fue Javier Labrador) que espera contar estos avatares por última vez, porque son recuerdos demasiado dolorosos.
A su parquedad, al tono casi neutro de su narración en pos de una perspectiva más sosegada de lo que aquí se presenta, hay que añadir las frases de quienes accedieron, en Cuba, a contar sus propias memorias acerca de su persona.
Amaury Pérez, Frank Fernández, Pedro Luis Ferrer, Ángel Vázquez Millares, Frank Delgado, José María Vitier, el actor Daniel García, son piezas del mosaico. Ni Carlos Alfonso, ni Silvio Rodríguez, ni Pablo Milanés, ni Argelia Fragoso ni Alberto Falla respondieron al llamado de Fraguela y Aparicio. Y es una pena, no solo porque no sepamos qué pudieran aportar a “Sueños al pairo”, sino porque confirman que ese silencio pesa aún y que, como se oye decir en un momento al autor de Mariposa cuando éste cree que ya no se le está grabando, hay miedos que perduran, agresiones o culpas aún no resueltas.
Esos pretextos, enlazados a los seres humanos que son parte de esta trama y que curiosamente, tras aportar algunas anécdotas vívidas sobre Mike Porcel (como la de Amaury relatando cuando se les acusó de contrarrevolucionarios por no incluir tambores ni percusión cubana en el disco martiano, y los mandaron a alimentar los leones del zoológico) acaban perdiendo el hilo de esas memorias, mientras el amigo al que evocaban se va hundiendo en una oscuridad de la que nadie parecía estar al tanto. Y a la que ninguno de ellos se opuso.
Tal cual le sucediera a Virgilio Piñera, le correspondió ver de qué manera volvían a ser publicados, celebrados, visibilizados, algunos de sus contemporáneos, sin que le llegara nunca la llamada de rehabilitación. Virgilio murió en esa espera. Por suerte, Mike Porcel puede hablar de sí mismo ya del otro lado de semejante marasmo.
Lo que “Sueños al pairo” nos entrega, más allá de esta biografía levantada desde un respeto honesto al dolor de quien la protagoniza, es una advertencia sobre esas tibiezas y cobardías. La falta de solidaridad en el momento difícil que puede quebrantar, bajo presiones muy concretas, amistades y fidelidades.
Este es uno de esos documentales que pretende desmontar la imagen de la épica que, en términos masivos, pareció ser la voz de una Cuba en el frenesí del sueño revolucionario. ¿Dónde queda el individuo?, vuelve a interrogarnos, y traza un círculo alrededor de ese hombre o esa mujer que por no seguir a esa coral, acaba enmudecido.
No se trata únicamente de recordarnos la necesidad urgente de ciertas restituciones, sino también del valor de una ética de la amistad, de un lazo de fe y de sangre, desde la que también se compone y afirma la historia individual de un país.
“Sueños al pairo” arranca con las escenas de los actos de repudio, y ello me parece un error en términos de guion: desplaza el nombre de Mike Porcel a un acontecimiento que, siendo sin dudas importante en su vida, no define toda su problemática.
Acaso los realizadores, que no vivieron esos hechos, no pudieron evitar el impacto enorme que esas secuencias dejan en quienes las descubren en un archivo pocas veces abierto. Mike Porcel ya era un “caso” complicado antes del Mariel, y lo siguió siendo por una década después de que la Flotilla de la Libertad abandonara las aguas cubanas.
Este documental es sobre el trovador y cómo se sobrepuso a todas esas contingencias, no sobre las jornadas de aquellos desfiles, discursos febriles y “locura colectiva” que menciona Pedro Luis Ferrer.
Acaso por buscar un golpe de efecto es que colocan esos sucesos como prólogo, pero luego, cuando el compositor narra los detalles del ataque que sufrió en su propia casa, se apela a animaciones (un recurso que no se hilvana al discurso visual de lo que se ha visto hasta ese minuto) para acompañar a lo que se nos describe y que no alcanza la fuerza de lo que ya, en la apertura misma, se nos reveló.
En 1980 yo era un niño, y en mi memoria se entrecruzan recuerdos dispersos de aquella violencia, de aquel lamentable y penoso proceder de exclusión y expulsión que no se contuvo ante personas de ninguna edad.
Cuando he visto estas imágenes en otros documentales (en el ya citado “Conducta Impropia”, por ejemplo), o he leído libros como El Mañana, de Mirta Ojito, aún siento el agobio que me provoca lo que sé acerca de esos días y lo que no alcanza a explicarme cómo pudo llegarse a semejante extremo.
Entre las cuestiones pendientes que nuestra Historia debe revisar y reacomodar está el hervor de esas jornadas. Y por eso, aunque crea que su aparición en el documental debiera estar ubicada en un instante más útil para su línea narrativa, considero que acudir a ellas opera como una demanda mayor hacia ese reajuste que la Nación y sus disímiles componentes deberían afrontar como un síntoma de imprescindible madurez.
El uso de esas imágenes de archivo, autorizado primeramente por el ICAIC y luego denegado, ha sido el eje de la discusión que ronda a “Sueños al pairo”. También ahí se delata el resquemor que implica asimilar la Historia, reconocer en líderes y discursos las causas de crisis mayores, que los testimoniantes rondan a veces en puntas de pies, como hace el pianista y compositor Frank Fernández.
Junto a ello están las honestas lágrimas de Daniel García. Y la voz de Porcel que insiste, desde la vida que se ha procurado en Miami: “en mí no hay rencor”.
Su voz y su rostro en escenas fotografiadas en color, contrastando con la de quienes han hablado acerca de él, grabadas en blanco y negro. Una fotografía, una maniobra de revelado, a la inversa.
Lo que también nos dice, y debería ser entendido, a través de “Sueños al pairo”, es que la Historia pronto pasará a otras manos, que sus archivos y registros tendrán que abrirse a otras perspectivas, a las de otras generaciones que indagarán -ojalá que con honestidad y responsabilidad- en todo eso para entender en qué sitio y en qué momento ellos mismos se encuentran.
La Historia debe ser contada sin turbulencia, aunque la turbulencia que ella contenga nos ciegue y pretenda acallarnos. Hacerla visible desde la voz de quien la sintió y la padeció implica inevitables reajustes, que algunos entenderán como negociación y otros como un acto de fe.
Exorcizar culpas y definir compromisos, a fin de una comprensión más nítida, es un acto tan doloroso como impostergable. Negarse a esa discusión significa paralizar la propia Historia. Y, por suerte, eso es algo que ningún hombre, con ningún cargo, podrá hacer indefinidamente.
“Sueños al pairo” se añade a una serie de obras que, desde o fuera de la Muestra Joven ICAIC, se compenetran en ese reclamo, en la ansiedad de los jóvenes por saber y esclarecer verdades que han sido contadas a medias. Y que no pocas veces, tras la imagen de un retrato o una biografía, aluden a un plano mayor, en el que nos reconocemos o deberíamos reconocernos todas y todos.
No he encontrado en este documental nada que justifique su imposibilidad de llegar al público. Desde su edición, su fotografía, su dirección de arte, su banda sonora, creo que es una pieza utilísima en pos de ese debate mayor. Y que tiene en su centro a un artista de talento probado que, sin ánimo de espectacularidad alguna, nos entrega una última carta. Aunque espero que no una última canción.
Dije que no pude dormir tras ver anoche “Sueños al pairo”. Y no solo por lo que pueda señalarle como virtudes o defectos, sino por la manera persistente en que me recuerda que no debemos seguir postergando estas conversaciones, estos ajustes de cuentas, estos exorcismos.
Para hallar sosiego en este instante, acudo a la música del propio Mike Porcel, que me acompaña desde los días en que Argelia Fragoso se dejaba ver, una y otra vez, en aquel video entonando En busca de una nueva flor.
En mi escuela, el niño que fui dibujaba la flor-emblema del Festival, me aprendía esos versos, guardaba en mí una melodía que también regresa de tantos modos en un mundo, aquél, que ya no es el mismo, que existe en el tiempo en que oigo y recuerdo esa canción.
Para despedirme, y recomendar que “Sueños al pairo” logre librarse de cualquier censura, oigo a Elena Burke en una de esas grabaciones que nunca llegaron a disco y en las que ella desgranaba, desde su garganta inconfundible, a los jóvenes autores de la Nueva Trova.
Elena Burke canta a Mike Porcel. Canción simple. Y culmina: “Hijo/no te duermas así/dejo blanco el camino/para ti.”
Este es un artículo de opinión. ELCINEESCORTAR no tiene necesariamente que compartir los criterios personales que publicamos.
(Santa Clara, 1971). Poeta, dramaturgo y crítico de teatro cubano. Pertenece al Consejo de las Artes Escénicas. Muchos de los espectáculos que ha asesorado para el grupo teatro El Público han merecido el Premio de la Crítica. Sus poemas se incluyen en antologías de Cuba, España, México y Estados Unidos.
En que sitio web puedo yo buscar ese documental, saludos
quisiera ver el documental, es muy conmovedora la historia de este gran artyista
Oiga, Néstor, de qué glasnost habla usted cuando estamos ante otra palpable muestra de censura. Ya no sólo la censura a Mike y a su obra, sino al material realizado por estos jóvenes cineastas, para un glasnost es menester un Gorbachov y en la cultura oficial cubana Stalin sigue vivo
NORGE, ESTOS JOVENES CREADORES, HAN LOGRADO RESUCITAR EN PLENA HABANA A EL TROVADOR MAS SONADO DE LA NUEVA TROVA, AL GRAN MIKE PORCEL PERO MAS Q ESO HA LLEVADO A Q SE HAGAN UN ANALISIS DE CONCIENCIA Q A ALGUNOS HA LLEVADO A PEDIR DISCULPAS Y PERDON A MIKE PORCEL, ESTO ES ESPERANZADOR, HA LLEGADO EL GLASNOTS A LA ISLA AMADA, GRACIAS
Excelente ensayo, con la lucidez y sinceridad que Norge nos tiene acostumbrado. Esta oración la leí más de una vez: «La Historia debe ser contada sin turbulencia, aunque la turbulencia que ella contenga nos ciegue y pretenda acallarnos».
Perfecto 👍
Muy buen artículo, súper esclarecedor. No le falta nada…, pero …, dónde se puede ver el documental?
Excelente artículo de Norge, como siempre. Impecable.
Excelente comentario, justo al centro.
Conmovedor Norge. No he podido ver el documental pero por supuesto que sé quién es el protagonista y estoy segura que me sacará las lágrimas. Los actos de repudio de los 80 desde las manifestaciones a gritos frente a la embajada hasta los crueles y vergonzantes actos de repudio a los que decidieron irse de Cuba en esos momentos me parecen los hechos más terribles y dolorosos al menos de la historia que yo he vivido y la demostración de cómo la gente puede ser arrastrada a hacer cosas terribles. Pienso que 40 años es demasiado tiempo para no asumir una reflexión crítica de ese tristisimo momento de nuestra historia. Y para recuperar en nuestra memoria a personas tan valiosas como Mike Porcel. Ardo en deseos de ver el documental y, por supuesto que lo veré contra todas las censuras