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ELCINEESCORTAR se complace en presentarles esta entrevista exclusiva con el cineasta cubano-salvadoreño Jorge Dalton, con motivo del próximo estreno mundial del largometraje documental «Eliseo Alberto: en un rincón del alma».

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Manuel Iglesias, Nestor del Prado, Eliseo Alberto Diego y Carlos Varela, México DF, 2004 © ELCINEESCORTAR

Como le confesé a Dalton, días antes de esta extensísima conversación, tuve también el privilegio de conocer y compartir por dos días con Eliseo Alberto Diego, Lichi, uno de los escritores más importantes de las letras cubanas, admirado guionista de cine, y parte de un imperio de la cultura cubana: las familias Diego y Vitier – García Marrúz.

Ese encuentro se produjo en la capital de México, donde residía, gracias a la gentileza de Carlos Varela, X Alfonso, Ernesto Fundora, Hiram Vega, Iván Latour y Sarezka Escalona. El cariño que me prodigó sin conocerme marcará para siempre mi vida.

Amigo como soy de sus primos Sergio y José Maria Vitier, le pedí a este último y a su esposa, la maravillosa productora musical y pintora Silvia Rodríguez Rivero, una breve valoración del documental, que ya tuvieron el privilegio de ver.

Para Silvia: «El documental fue un impacto grande para nosotros, no me recuperé en varias semanas por la emoción de ver a Lichi, por la belleza artística que logró Dalton y por la tristeza infinita de verlo en su mayor deterioro físico y la plenitud de su mente, aún en el final de su vida. Inolvidable e irrepetible.»

Para José María, en palabras dirigidas a Dalton: «Yo, que ya conozco la película, la espero con la misma pasión. Te querremos aún más después de compartirla con todos los cubanos de buena voluntad y pecho descubierto. Yo lo siento. Y siento de nuevo la voz de mi padre que me recuerda: ‘Hagamos un mundo de verdades, con verdad repartida, como un pan terrible para todos’. Gracias, de todo corazón».

Dedico esta entrevista a su memoria.

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«Hagamos un mundo de verdades, con verdad repartida, como un pan terrible para todos»
Cintio Vitier

Jorge, ¿cómo conociste a Eliseo Alberto (Lichi) y a su familia?

Yo tuve una relación muy estrecha con Lichi y su familia desde hace muchos años, creo que desde 1983 o 84.

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© Jorge Dalton

Yo llevé una carta que me dió en México Luis Cardoza y Aragón, un escritor guatemalteco que es uno de los monumentos literarios iberoamericanos. Yo he tenido esa suerte de haber conocido grandes monumentos literarios, como es el caso de Julio Cortázar, Mario Benedetti, Ernesto Cardenal, Eduardo Galeano, el propio papá de Lichi: Eliseo Diego, mi padre mismo Roque Dalton, Cintio Vitier, Fina García Marrúz, Gabriel García Márquez, Dulce María Loynaz del Castillo, Ariel Dorfman, Claribel Alegría, Juan Gelman, Nicolás Guillén, Sergio Ramírez, Eraclio Zepeda, Heberto Padilla, Fernando del Paso y muchos más; entonces, Luis Cardoza y Aragón me entrega esa carta para que yo la lleve a Cuba. Yo sabía quién era Eliseo Diego, pero jamás había estado en su casa.

Voy a la casa de 21 en el Vedado y la puerta estaba abierta. Entré por un pasillo largo -como muchas de las casas espléndidas de El Vedado- lleno de estantes de libros y guiado por un gato, no parecía haber nadie, los cuartos estaban semi abiertos, vacíos, hasta que llegue a la cocina y ahí estaban Eliseo y Bella, Lichi y el resto de la familia, entre ellos Rapi Diego, su hermano cineasta, excelente ilustrador y pintor. Esa fue la ocasión en que los conocí a todos por primera vez.

Otro día fui a casa de Lichi con Fernando Birri, cuando comencé a ser su asistente, y me topo con que su futura esposa era una gran amiga de mi época de la secundaria y el preuniversitario: María del Carmen Alvarodías. Ella era de mi generación pues Lichi era un poco mayor.

Esa vez Lichi, que prácticamente me había visto una sola vez, de la misma manera que te pasó a ti con él, Manolito, me invitó a la boda, y yo terminé, ya que tenía un auto, buscando el hielo y las cajas de cerveza en La Tropical. Nos fuimos juntos con una novia que yo tenía al Cabaret Copa Room del Hotel Habana Riviera, donde ellos se hospedaron y pasaron la luna de miel.

A partir de ahí nació una amistad que fue para siempre, con Lichi fundamentalmente, aunque era imposible en ese ambiente y en esa casa querer a una sola persona.

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Lichi, Bella, Rapi, Fefé y Eliseo Diego. Villa Berta, La Habana © Familia Diego

Yo no sé qué atributos podía tener yo, ni intelectuales o de otra naturaleza, porque era un muchacho en ese momento, era una esponja que estaba aprendiendo lo que era la vida.

Yo quería ser cineasta y comencé mi aprendizaje en la escuelita del Noticiero ICAIC con Santiago Álvarez, que de alguna manera fue mi maestro, hasta que comienza la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, allá por el año 86 u 87, y a Lichi lo contratan también en la EICTV.

Luego Gabriel García Márquez le propone ir a vivir y trabajar en México como su asesor. Así es como Lichi parte para México.

¿Cómo continuó esa relación de amistad entre ustedes?

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Dalton y Eliseo Diego (padre) © Jorge Dalton

Cuando yo me voy de Cuba en el año 1992 para Miami, y luego me escapo de ese lugar en 1993 y me voy a México, a la casa que voy a parar es a la de Lichi, sobre todo en Altavista y luego en la Calle Pacifico muy cerca de Coyoacán.

Él se estaba separando de María del Carmen, la madre de María José. Ese mismo año recibo una invitación de la Escuela de Cine de la Universidad de Guadalajara a trabajar con Berta Navarro y me voy a vivir un año a esa tierra tapatía, pero siempre nos veíamos. Incluso cuando su padre Eliseo Diego recibe el Premio Juan Rulfo en Guadalajara, ellos me incluyen como parte de la familia a todos los festejos, que fue algo grandioso ya que el poeta Eliseo se merecía, y fue todo un acontecimiento en México, toda Una fiesta innombrable.

Luego regreso de Guadalajara, creo en 1995, y convivimos juntos en el apartamento de la calle Pacifico hasta que él se junta con Patricia Lara, una mujer maravillosa, una amiga entrañable, su última compañera, y se van a vivir al Desierto de Los Leones.

Yo me voy a vivir con Susy Caula, mi actual esposa, hasta que nos dejamos de ver un rato porque nos vamos a Cancún, luego a Isla mujeres y terminamos en El Salvador en diciembre de 1998.

Lo volví a ver nuevamente hasta 2001 un par de veces en México y casi siempre me quedaba con él: era mi hermano del alma, siento que nos hacíamos falta uno al otro.

Con Lichi en su apartamento en Mexico dic 2010
Dalton, Lichi y Luna, México DF, 2010 © Jorge Dalton

Lichi y yo compartimos muchas cosas íntimas debido a la naturaleza de nuestra amistad, como sus alegrías, sus amarguras, sus tristezas, sus relaciones que algunas veces no iban bien.

Nos ayudamos mucho mutuamente. Él era una persona que necesitaba que alguien le escuchara lo que él decía y escribía, y yo era todo oídos para sus cosas. Y, claro, me fascinaba cada vez que él me decía que quería leerme algo que había escrito.

Él era del carajo, porque lo mismo te lo podía pedir a las tres de la tarde que a las 2 de la madrugada.

Lichi tenía, por suerte, a muchos que lo escuchaban, yo no era el único privilegiado, y eso significaba mucho para él, eso de estar rodeado de muchas personas que eran oyentes de lo que él tenía en su cabeza y el alma.

Tenía ese don de compartir su literatura con los amigos, como muchos narradores. Su padre también hacía lo mismo y por eso las casas de Los Diego eran casas abiertas, llenas de gente, y no conozco a ninguna persona que haya olvidado lo que significó para ellos acudir aunque sea un día a una de ellas. Casas que, aunque ahora estén vacías, están impregnadas de esos ecos literarios.

Todos ellos, y en especial Lichi, eran excelentes conversadores. Era un conocedor exhaustivo de la historia de Cuba, de muchas intimidades de la historia de la música y la literatura. Un experto en arte culinario cubano, cocinaba muy bien, y como no le gustaba comer solo, siempre se las ingeniaba para hacer concurridos almuerzos y cenas. Conocía las recetas al dedillo de los platos más populares de Cuba, así como la comida cubana más exquisita, de cuáles eran los mejores restaurantes de La Habana Republicana o de La Habana socialista, de los entornos, los artistas.

Oír hablar a Lichi era como viajar por Cuba en diferentes épocas. Su narrativa está cargada de imágenes, sobre todo de sitios y personajes. Mi amigo era un ser fascinante que amaba profundamente la vida y a su país, y por tal razón creo que eso que él decía: “Nadie ha querido más a Cuba que yo» era la verdad más grande del mundo.

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Fefé, Lichi y Rapi, Vill Berta, La Habana © Familia Diego

A pesar de su carga emotiva era de un humor extraordinario, un humor inteligente y ácido al mismo tiempo, muy irónico. Yo no soy una persona fácil para las depresiones; sin embargo él, por lo difícil que significó haberse ido de Cuba, era un hombre también muy triste, no soportaba la soledad. Bueno, así suelen ser de tristes todos los enamorados.

Yo sentía, con toda confianza, que tenía un gran hermano y él sentía que yo era un amigo importante. Yo no aspiraba a más, fue de verdad muy bonito tenernos uno al otro. Tuve ese privilegio de estar cerca, de llegar a ser confidentes. Incluso, tuve la posibilidad de ver parir el libro «Informe contra mí mismo»,  que partió de un pequeño ensayo que se llamó «Puñal de melancolía».

A Lichi no se le puede catalogar, por lo menos en la primera etapa en que él va a México, como un exilado, como una persona que decide irse de Cuba porque dice o escribe algo en contra de lo establecido. Él mismo lo decía con toda la honestidad que lo caracterizaba, porque aun tenía facilidades de ir a Cuba, de ir a ver a su mamá y la familia.

Recuerda que él llega a México porque García Márquez le pide que sea su asesor, a partir de una serie de proyectos relacionados con el cine. Por esos años se había fundado la productora de cine «Amaranta», donde habían varios cineastas involucrados y él ahí tiene una participación muy activa con sus guiones cinematográficos. También comienza a dar clases en la escuela de cine del CCC en México.

Háblame de «Informe contra mí mismo»

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Edición facsimilar de «Informe contra mi mismo» © Jorge Dalton

Estando en México, muy pronto Cuba entra en una situación muy compleja, lo que fue “el período especial”, una etapa desastrosa en la que él comienza a escribir con mucha libertad de pensamiento y a tener discrepancias lógicas, como las que están reflejadas en ese ensayo titulado “Puñal de Melancolía”.

Recuerdo que se armó una gran jodedera, en la que hacía participe a los amigos, a sus hermanos Rapi y Fefé, con relación al título: a veces se levantaba por la noche y preguntaba si se me ocurría alguno porque, según él decía, mi papá tenía muy buen tino para crear títulos para sus libros, como ese de “Pobrecito poeta que era yo”. También su padre Eliseo mencionaba eso a cada rato.

Me preguntó si me parecía bien «Puñal de melancolía», que era un fragmento de un excelente poema de Nicolás Guillén, y yo le dije que me parecía genial. Pero así mismo, al otro día decía: le voy a poner «Voy a apagar la luz para pensar en ti», cosa que me hacía reír muchísimo y yo le rebatía: “¿vas a pagar la luz o vas a apagar la luz?”, y  jodiendo aún más le decía: “mejor ponle ’Malanguitas en el agua: no, no, no’» y bueno, al final quedó «Puñal de melancolía».

Aquí en mi estudio conservo un original de las primeras copias facsimilares, no impresas, de lo que fue ya el libro «Informe contra mí mismo», que para mí es un gran tesoro. Algunas otras cosas que conservé de su familia ya se las había entregado a Lichi, como algunas de las pipas de Eliseo papá. Yo le entregaré esa copia de “Informe…” a Fefé algún día.

eliseo diegoJosefina (Fefé) Diego, su hermana, ha reunido en Cuba todo lo relacionado con la vida y obra de la familia; un trabajo de hormiguita que es un legado sumamente valioso para la cultura cubana. Ella, aparte de ser también buena escritora, ha hecho una gran labor de rescatar, preservar todo ese tesoro grandioso. Yo aspiro a que, algún día, se cree un museo. Es un sueño, un gran deseo que esa familia se merece y habrá que luchar por eso.

Lo único que me he quedado de Eliseo papá es un saco que, aunque está medio rotico, yo me lo sigo poniendo con mucho cariño. Ese saquito me lo regaló el poeta cuando se dio cuenta que yo no tenía. Eliseo papá era también alguien extraordinario, como poeta era monumental y como persona para qué decirte. Poseía una personalidad que ya no existe en este mundo, algo que se ha extinguido para siempre. Era la bondad y la humildad hecha persona, algo tan escaso en este mundo de hoy. Recuerdo que, cuando me lo regaló, me dijo: “Mi querido Speedy González, con esto vas a lucir más elegante”.

El asunto es que yo tenía una novia en Guadalajara, que medía como seis pies, y su familia no me aceptaba para nada. Y Eliseo papá se brindó para convencer a esa familia y pedir su mano, en nombre de mi padre, para que yo fuera aceptado. Algo maravilloso, y había que ver a ese gran poeta impecablemente vestido y con bastón, con esa pose de Lord inglés que siempre tuvo, ensayando su discurso para el día en que me representaría ante la negada y renuente familia de aquella novia.

Con la publicación de «Informe contra mí mismo», un libro muy polémico, Lichi Diego revela su verdad de Cuba y la Revolución cubana.

Como él mismo dice: “Una crónica de las emociones en la espiral de las últimas cinco décadas del siglo XX cubano podría ayudar a entender no solo el nacimiento, auge y crisis de una gesta que sedujo a unos y maldijo a otros sino, además, explicarnos a muchos cuándo, cómo y por qué fuimos perdiendo la razón y la pasión”. Eso resume, en gran medida, ese libro tan importante y necesario para muchos cubanos de adentro y de afuera.

Un libro que, como todo el mundo sabe, no le cayó nada en gracia a los compañeros del Comité Central del Partido Comunista de Cuba ni a las autoridades culturales cubanas.

Por otra parte, Lichi Diego se pronunció en contra de los atropellos cometidos con el escritor cubano Raúl Rivero. Lo que yo conozco sobre los escritores en esta vida que me ha tocado vivir es que casi todos viven hermanados y era muy difícil que una persona como Eliseo Alberto Diego no se solidarizara con un poeta como Raúl Rivero. De la misma manera en que mi padre fue un gran defensor de José Lezama Lima y de Heberto Padilla.

Esa actitud lo convirtió en “un sospechoso”, por lo tanto, había que ponerle obstáculos: razón por la cual Lichi no puede regresar a Cuba durante algún tiempo.

Yo te voy a confesar algo: cuando él termina el primer ensayo lo leímos juntos y yo le dije que él tenía muchas más cosas que decir y que ese texto fabuloso dejaba a los lectores a medias. “Si te decides a comenzar a decir sobre esas cosas debes ir hasta el final”. Estoy convencido que no fui el único en decirle algo tan peligroso.

Él me dijo lo siguiente: «Si, Daltoncito (porque así me llamaba), pero esto para mí es muy difícil, porque hacer eso que tú pides y que yo también quiero escribir, significa que no podré ver a mi madre nunca más».

Bella y Eliseo papá
Bella García Marrúz (su mamá) y Eliseo Diego (su papá) © Familia Diego

Y yo le dije a su vez: «Si, Lichi, es cierto, pero te has puesto a pensar que si no lo escribes tu madre nunca te va a perdonar no ser sincero».

¿Esa es la génesis del título del libro: “Informe contra mí mismo”?

Mira, me estás haciendo recordar muchas cosas, puede que yo mismo esté haciendo afirmaciones algo imprecisas, porque ha pasado tiempo y no recuerdo bien las fechas.

Ese ensayo se fue convirtiendo en libro poco a poco, que es como el que conservo en mi archivo, y del que yo y muchos miembros de su familia y amigos conocíamos de su contenido pero, como te decía, aún no tenía definido el título.

Con Lichi el la Bodeguita del medio dic 2009
Lichi y Dalton en la Bodeguita del Medio, México DF, 2009 © Jorge Dalton

Entonces un día que yo estaba de visita en México DF, allá por el año 95 o 96, en casa de Paty Lara se hizo una reunión familiar. Llegó su hermano Rapi y su esposa, su hija María José, su hermana Fefé, creo también estaba Rafaelito Rojas, y sorpresivamente él dijo que nos había convocado porque quería leer algo esa noche, que fue inolvidable para todos los que estábamos allí y sorprendente a la vez.

Leyó, a modo de confesión, el pasaje terrible de su vida en que los Órganos de la Seguridad del Estado Cubano le piden espiar y hacer un informe sobre su padre, que informara sobre lo que se hablaba en su casa y de los amigos extranjeros que la visitaban, algo verdaderamente canallesco.

Todos nos quedamos petrificados, porque jamás imaginamos que Lichi nos contara semejante cosa. Algo que solo tal vez sabían Fefé y Rapi, un episodio de su vida que había decidido formara parte de ese libro. Recuerdo que todos comenzamos a llorar a la misma vez porque nos pareció algo desgarrador, terrible, nos dimos cuenta que aquello era una bomba que despertaría una cantidad de reacciones. Todos tuvimos miedo al escuchar ese relato.

Yo creo que, a partir de esa fecha, en la que tuvo que pasar un tiempo para que Eliseo Alberto pudiera digerir todo eso, es que comenzó a gestarse en su mente el título definitivo de esa obra, que inicia exactamente con ese pasaje oscuro en que muchos cubanos se vieron forzados a delatar a sus padres, a sus hermanos y a sus mejores amigos y a la vez, como los amigos hacían informes sobre sus hijos y estos hacían informes delatando a sus tíos y abuelos. Un mecanismo estalinista feroz y criminal que caracterizó esos años.

Por suerte eso que “los compañeros de la Seguridad” le piden a Lichi no trascendió a mayores, porque él inmediatamente le contó a su padre lo que le estaban pidiendo. Lichi estaba sumamente temeroso y avergonzado. Entonces Eliseo papá le dijo algo tremendo: “No te preocupes hijito, no es un informe contra nosotros, es un informe sobre nosotros”.

Ese cambio de proposición fue para su hijo Lichi todo un consuelo y éste comenzó hacer informes donde no delataba a nadie ni revelaba ningún secreto hasta que los “compañeros de la Seguridad” se aburrieron, pues no pudieron lograr que Lichi Diego se convirtiera en un miserable.

Como él mismo dice en su libro: “Era un mecanismo estalinista; no importa lo que tu dijeras en el informe, lo que importaba es que tu hicieras informes porque eso te hacía sentir un miserable. Y un miserable siempre es una persona mucho más dúctil, mucho más utilizable por los aparatos de la Seguridad del Estado.»

“Informe contra mí mismo” es, como repito, un libro muy importante para nuestra generación, un texto fundamental sobre lo que ha sido Cuba en más de medio siglo.

¿Entonces Lichi, premeditadamente, estaba sellando su destino?

dalton_10Pues no sé qué decirte en cuanto a eso. Creo que “Informe…” es un libro muy valiente, desgarrador y bien escrito. Lo hizo por dignidad, por sostener una verdad que yo no me canso de decir que es una verdad también revolucionaria.

Lichi fue también un revolucionario en todos los sentidos, alguien muy honesto porque el término “revolucionario” no puede ser patrimonio de un grupo, de una ideología militante, patrimonio de un partido político de izquierda. Estoy negado a eso de manera rotunda.

Pero también cabe mencionar que, al mismo tiempo, él estaba en una etapa creativa muy importante de su vida literaria: simultáneamente está saliendo «Caracol Beach», está en cola «Esther en alguna parte» y «El retablo del Conde Eros», ya había publicado antes una novela extraordinaria: «La eternidad por fin comienza un lunes». Escribía en importantes periódicos, daba clases en la Escuela de Cine de México, daba talleres y asesorías, el día no le alcanzaba para nada.

Es decir, a pesar del dolor tenía la virtud de crear mundos diversos, de concebir un amplio diapasón de personajes propios de su inmensa fantasía. Trabajaba como un mulo.

Y, por otro lado, están sus guiones cinematográficos; en ese momento estaba terminando todo lo que después fue «Guantanamera», la última película de Tomás Gutiérrez Alea y dejó otros escritos, entre ellos uno exquisito que ojalá algún cineasta de pegada pueda hacerlo realidad, titulado algo así como «El día que mi tío se fue a la guerra». Una historia de cuando Cuba le declara la guerra a la Alemania nazi, algo fabuloso.

Dejó textos inéditos y otros a medias que habrá que ordenar y catalogar. Uno de mis mayores lamentos es que haya muerto tan joven, con muchas cosas todavía por decir y escribir, sobre todo por esa Cuba que se avecina en que Lichi haría mucha falta.

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Eliseo Diego y Lichi © Familia Diego

Estando viviendo yo en El Salvador no dejé de estar pendiente de Eliseo Alberto. Pero una vez pasó un tiempo en que yo no sabía de él y él tampoco sabía nada de mí, y ocurrió una cosa muy simpática. Él comenzó a escribir unas columnas muy exitosas en el periódico «Milenio» y un día pone al principio de una de ellas, sin ningún estilo literario, lo siguiente: «Dedico esta historia a mi gran amigo Jorge Dalton, a ver si alguna vez le da por escribirme».

Lichi estaba dolido por nuestro distanciamiento y yo reaccioné y comencé a llamarlo. Casualmente, poco tiempo después, hice un viaje a México con mi esposa Susy, que también lo adoraba, y nos reencontramos.

Así pasó muchas veces: aunque estuviéramos lejos, teníamos la certeza de la cercanía. Quiero confesar que después de su muerte no he podido regresar a México.

Cuéntame de la génesis de tu documental

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Manolito, yo nunca planifiqué hacer ningún documental con Lichi, esa es la verdad.

Entre diciembre de 2009 y enero de 2010 yo viajo a México con mi esposa Susy Caula, era la primera vez que lo hacíamos juntos. Y como Lichi fue partícipe también de los inicios de mi relación con ella, nos quedamos en su casa a petición de él, ya que en ese momento se encontraba solo porque su hija María José estaba muy enamorada en Cuba y se había ido de viaje.

Recuerdo que llevé una cámara aficionada, una Mini DV, para dejar constancia de ese viaje con Susy, cosa que nunca pudimos hacer cuando nos conocimos. Junto a él pasamos la navidad y fin de año, y disfrutamos de momentos de mucha alegría.

Días antes del salir rumbo a Acapulco para visitar a Alejandro González Acosta, otro gran amigo, Lichi me dice que desde hacía mucho tiempo estaba por preguntarme si no se me ocurría algo para filmar relacionado con «Informe contra mí mismo». Ésa es la primera vez que me hace ese disparo.

Yo le dije que era una idea buena, pero que teníamos que hablarlo con calma. Pasaron unos días y, a nuestro regreso de Acapulco, me dice que quería comenzar aunque fuera diciéndome algunas cosas al azar, mientras yo lo filmaba.

¿Y por qué ese deseo tan repentino?

No sé. Yo no iba preparado para eso, Manolito.

¿Se sentía enfermo?

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Lichi y Paty Lara, en España © Paty Lara

Yo no sospechaba nada y él no sabía nada tampoco, yo lo veía igual que siempre: en su comelata, en su bebedera, en su fumadera. Habían cuatro cosas automáticas en Lichi: hablar, comer, fumar y beber.

Aunque te confieso que estaba muy preocupado porque ya no estaba con Paty Lara, que fue muy importante en esa etapa última de su vida. Sentía que estaba muy solo con una descompensación emocional bastante alta en ese aspecto.

Siempre me preocupó su salud. Yo era uno de los que lo conminaba a dejar de fumar, pues el tabaco había afectado mucho la salud de su padre. Es que todos fumaban como si fueran locomotoras inglesas. Eliseo papá y Lichi tenían una manera de respirar que los delataba, lo vas a notar en la película. Para decirte más: yo era de los que me levantaba por las noches e iba hasta su cuarto para ver si respiraba.

¿Finalmente lo filmaste?

Le propuse que me dejara intentar conseguir con amigos en México una manera más profesional de hacer mi trabajo como cineasta pues llevaba una cámara muy limitada, y que me dejara pensar en el proyecto. Pero él era tremendo… y el 31 de diciembre de ese año por la mañana me vuelve a insistir. Finalmente acepto filmarlo con lo que tengo y acordamos no fiestar el 31 y filmar al día siguiente, el 1 de enero de 2010, como una conversación en la que yo le iba a preguntar lo que me diera la gana, sin mayores pretensiones que complacerlo.

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Fefé y Lichi © Familia Diego

Ese día nos quedamos solos en su apartamento Lichi, mi esposa Susy y yo, y comencé a filmar.

Él al principio no hizo caso a mis primeras preguntas e hizo una introducción previa donde revelaba la clase de escritor que él se consideraba, algo que es muy bonito, porque se define como un escritor de personajes, y hace un resumen amplio de su obra literaria. También leyó una parte de «El retablo del Conde Eros», así como un fragmento de «Esther en alguna parte». En fin, siento que me dijo muchas cosas que necesitaba liberar.

Vinieron después mis preguntas, que no estaban relacionadas para nada con “Informe contra mi mismo”, y comencé a entusiasmarme y preguntarle cosas que yo quería saber de su vida. Al final nos dimos cuenta que habían pasado más de cuatro horas.

Como él se sintió cansado, interrumpimos la charla y la retomamos otro día, en que nos sentamos ya no en el estudio donde él tenía sus libros, sino en un sofá de su sala con la presencia de su hermana Fefé, la cual leyó un fragmento de una de sus novelas donde describe cómo era la casa de Villa Berta en Arroyo Naranjo donde nacieron ellos, uno de los sitios donde se gestó el Grupo Orígenes, el grupo literario más sobresaliente de la Cuba Republicana. Fefé leyó un bello texto titulado «El lugar donde yo nací». Con él grabé ese último día unos 40 minutos más.

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Los Diego e integrantes del Grupo Orígenes, Villa Berta, La Habana © Familia Diego

Ese es el material filmado que yo me llevo para El Salvador, diciéndole que todo eso me serviría como base para escribir el proyecto.

Algo que nunca hiciste.

En honor a la verdad, algo que nunca hice.

En octubre de ese año 2010 Susy me empieza a decir que Lichi se encuentra mal de salud, que su problema del riñón estaba empeorando y me pide de favor que planifiquemos volver a México.

Inmediatamente llamé a Alquimia Peña a la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, quien me confirmó que estaban haciendo todas las gestiones por intermedio de García Márquez por la aparición de un donante de riñón, y que había mucha preocupación por esa situación. Pero te juro que a mí no me pasaba por la cabeza que Lichi estuviera en una situación tan grave, porque yo no estoy preparado para que mis amigos enfermen o se mueran.

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Susy Caula, productora ejecutiva y esposa de Jorge Dalton © Jorge Dalton

A Susy la ponía muy mal que yo no tuviese esa inmediatez en partir para México. En el fondo de esa aparente dejadez yo tenía un miedo de cagarse en los pantalones de que todo eso que escuchaba configurara una realidad más dura de lo que yo me imaginaba.

Y Susy decide comprar los pasajes para diciembre por su propia cuenta, diciéndome una cosa para mí durísima y para ella también: “Ya está listo lo de irnos a México. Creo que esta puede ser la última vez que veas a Lichi y quiero que tomes conciencia de eso”.

Entonces le llamé por teléfono a México, aparentando una conversación normal, y le dije que iba a visitarlo para fin de año, algo que lo puso muy contento. Y llegó diciembre y arribamos a la Ciudad de México, voy para su casa, y me encuentro con el panorama de que a causa de la retención de líquido provocada por su dolencia se encontraba muy inflamado y desfigurado, algo que me causo tan mala impresión que decidí no firmarlo.

Él tenía un problema con el control de sus medicamentos, unas veces los tomaba y otras no, él era muy majadero con la comida, lo torturaba no poder hacer las cosas que había hecho toda la vida, ¡pobrecito!. La situación con los medicamentos se regularizó, y junto con la diálisis y la dieta mejoró mucho su aspecto físico y también su ánimo en esos días.

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Dalton y Lichi, México DF, 2008 © Jorge Dalton

Así que él mismo un día me dijo: “vamos a filmar”. Y así hicimos. Recuerdo que grabamos dos veces en un mismo día. Él lee dos textos que aparecen en la película, uno de ellos es el que se escucha en el tráiler, yo le hago algunas preguntas que me interesaba hacerle y entre ambas creo que no llegan a los 30 minutos. También nos filmamos juntos mientras comíamos, aunque también le hice tomas de manera sigilosa mientras estaba en la computadora, mientras descansaba, pero nunca volví a preguntarle nada más porque yo mismo no lo quería hacer.

Y regresamos para El Salvador y yo otra vez en ese autoconsuelo de que estaba mal pero no se iba a morir.

¿En ese momento terminal de su vida había tenido la posibilidad de regresar a Cuba?

Fefé,Ismaelito (el hijo de Rapi) Lichi , Rapi y su madre Bella
Lichi, Ismael de Diego (sobrino) Bella, Rapi y Fefé, La Habana © Familia Diego

Si, él pudo estar en Cuba, pues antes del 2011 ya existía una actitud diferente no sólo hacia él, sino hacia varios intelectuales y escritores exiliados que habían sido críticos con la realidad de la isla.

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José María Vitier, Sergio Vitier y esposa Liliam Vázquez, Lichi, Rapi, Silvia Rodríguez Rivero y José Adrian Vitier, La Habana © Familia Diego

Él tuvo la posibilidad de volver a acercarse a su país, de interactuar creativamente con los artistas cubanos, ver a sus primos, tíos, a sus amigos como el cineasta Gerardo Chijona que, posteriormente, posibilitó que este filmara un largometraje basado en su novela “Esther en alguna parte”. En fin, hay como una actitud más tolerante de parte de las autoridades cubanas hacia algunas figuras, entre ellas Lichi Diego.

Pero, independientemente de eso, Lichi mantuvo sus principios, su verdad y su pensamiento hasta el final de sus días.

Lichi, Cintio y Fina
Fina García Marrúz (tía), Cintio Vitier y Lichi, La Habana © Familia Diego

Yo creo que a las autoridades cubanas no les quedará más remedio que tolerar a todos, porque es el único camino que existe. Cuando digo a todos no solo me estoy refiriendo a los artistas e intelectuales, me estoy refiriendo a todos los cubanos. La tolerancia y el reencuentro es la única posibilidad que existe para la compostura de esa nación.

¿Qué pasó después de tu regreso a El Salvador?

Pasó lo peor de lo peor: Lichi fallece cinco o seis meses después, que para mí representó uno de los golpes más duros del cual jamás podré recuperarme.

El vacío que significa la ausencia de mi hermano Lichi lo pudiera comparar simbólicamente con el derrumbe de la Gran Muralla China, algo monumental, físico y real.

Lo más terrible para mí ha sido aceptar que ese gran amigo ya no vive más y encima de eso aceptar también que la familia Diego casi se acabó, pues ya no estaban sus padres, ya no estaba Rapi, una sucesión de pérdidas semejante a la caída de un imperio.

Si eso es así de duro y doloroso para mí, como será para su querida hermana Fefé, para sus primos Sergio y José María Vitier y Silvia, para su tía Fina García Marrúz, para su cuñada Roxana, para su sobrino Ismaletito y para su hijita María José.

Y ahí comenzó mi gran dilema: “¿qué vas a hacer con todo lo que grabaste Jorge Dalton?”. Te puedo decir que ni siquiera Susy se atrevía a preguntarme. No existía el conflicto sobre hacer o no una película de Lichi, porque esas conversaciones grabadas no fueron producto de ningún proyecto concebido por mí.

¿Entonces, el gestor intelectual de tu documental fue el propio Lichi?

Exactamente. Me gusta que hayas dicho eso, porque la iniciativa, la compulsión, partió de él.

Si no hubieran existido esas grabaciones yo no me hubiera motivado o atrevido, por muy amigo que me sintiera suyo, a intentar un proyecto sobre Lichi.

¿Qué tiempo de tu vida te tomó comprender la necesidad de emprender esta obra documental?

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Lichi, La Habana © Familia Diego

He tardado un poco más de tres años. Fue en diciembre de 2011 que comienzo a pensar cómo hacer un documental a partir de esa conversación. Y es a mediados de 2013 que comienzo armar el primer esqueleto, convencido de que hay que hacer la película, encontrando en Susy mi esposa toda la complicidad posible. Una película donde Cuba sería también la protagonista.

Ayudó mucho haberme encontrado a un gran amigo y colaborador del cine, con quien había trabajado en Cuba: José Llanes, que llega de visita a El Salvador y juntos vimos todo el material grabado. Recuerdo que lloraba mucho, porque me afectaba volver a repasar esa conversación íntima. No avanzaba.

Más allá de la conversación, no lograba encontrar elementos que me ayudaran a estructurarla y él me llegó a sugerir que si ése era el caso donara ese material a alguna universidad con cátedra de literatura latinoamericana. En ese momento pensé que mi amigo tenía razón, porque también era una manera cómoda de mi parte de deshacerme de esa papa caliente.

Pero no aceptaste esa comodidad…

No. Al otro día cuando me desperté el único pensamiento que me rondaba era la imposibilidad de hacer eso. Me decía que en el caso de no hacer nada, ese tesoro iba a quedarse conmigo.

Fue una de las etapas creativas del proyecto por las que pasé. Por otro lado Susy siempre me decía, con insistencia: «Tu verás que algo se te va a ocurrir, deja que los pensamientos fluyan contigo”.

Busqué un editor, Edson Amaya, tal vez uno de los mejores editores de El Salvador -quien me ha acompañado hasta el final del proceso-, un muchacho salvadoreño que no conocía nada de Cuba, ni de su revolución, jamás escuchó a Beny Moré, ni sabía que coño es eso de la “Zafra de los 10 millones”, ni “La Ofensiva Revolucionaria”, ni “El Salón de mayo”; apenas ha escuchado un discurso de Fidel Castro, ni sabía quién era Lezama Lima, ni Orígenes y, mucho menos, a Eliseo Alberto Diego.

jorge y edson editando
Dalton y Edson Amaya durante el proceso de montaje del documental © Jorge Dalton

Nos sentamos juntos y empezamos torpemente a cortar esa larga entrevista y, poco a poco, me di cuenta de cómo organizarla temáticamente. Lo que pasó fue que el editor a pesar de esas carencias cubanas que menciono, que no eran para nada ningún impedimento, fue capaz en pocos minutos de darse cuenta que algo importante podría salir de todo eso.

Se fascinó con Lichi desde el primer instante y me dijo que él quería tener el privilegio de ser quien armara todo. Y así fue. Tuvo que soportar todas mis incongruencias, mis inseguridades, ese asunto de esperar a que yo encontrara las fórmulas adecuadas. Había momentos en que nos sentábamos en la mesa de edición y no fluía nada, todo por mi culpa. Él tuvo una paciencia descomunal.

Empezamos a armar una estructura argumental sin preocuparnos dónde podía necesitar un complemento visual: fotos, archivo fílmico o imágenes por filmar. De esa manera, logré ir eliminando lo innecesario y encontrar lo esencial, fui encontrando un tempo y también un hilo conductor. Así, logré editar un pequeño esqueleto estructural.

Bella con sus hijos en Santa María del Mar
Rapi, Lichi, Fefé y Bella, Playa Santa María del Mar, La Habana © Familia Diego

Simultáneamente Fefé, la hermana de Lichi, que sabía que ya yo estaba trabajando en este proyecto, me envía todo el archivo fotográfico de la familia, algo que fue fundamental. Sin embargo, no lograba salir de esa situación de frustración creativa, porque comprendo que lo que estaba armando no superaba la elementalidad.

Confieso que me encontraba trancado, perdido en esa historia que quería contar. Y Susy, muy inteligentemente, me dice: «Vete para Cuba solo, lleva una cámara contigo. Vuelve a la casa de Lichi, ve a ver a Fefé, camina por la calle, filma y estoy segura de que, cuando regreses, el proceso de creación será muy diferente».

Yo en ese momento tenía “restricciones” para ir Cuba. Me habían informado del Consulado de la isla que en el caso de yo viajar tenía que ser “con restricciones”. Le pregunté a Magda, la cónsul, cuáles eran “esas restricciones” y ella me respondió: «se supone que usted deba conocer eso».

En resumen: “restricciones” que nunca supe y me fui para Cuba sin importarme las mismas.

Rodando por La Habana con una camara de cuerda 16mm Bell& Howell Creo 1992
Jorge Dalton rodando en La Habana, 1992 © Jorge Dalton

Inmediatamente que llegué me di cuenta de que esas supuestas “restricciones” no existían, porque nunca tuve la oportunidad de comprobarlas. Si te digo otra cosa, estaría mintiéndo. Filmé ahí libremente y nadie me preguntó absolutamente nada.

En Cuba se me unió como productora mi amiga Hilda Barrios y Sebastián Miló como colaborador; también Ginle Cubillas, un fotógrafo que me acompañó a todos los lugares que visité y de manera inconsciente me fui dando cuenta, mientras filmaba, que el documental que estaba haciendo necesitaba un estilo de cámara informal. Yo tampoco tenía dinero para producir algo muy profesional, pero la verdad es que no lo necesita.

Y llego a casa de Lichi en el Vedado pero, esta vez, en lugar de llevar una carta que debía entregar a Eliseo Diego, llevaba una cámara y hago la misma entrada desde la puerta de la calle hasta la cocina que hice la primera vez siendo yo muy joven, cuando conocí a la familia.

Una de las secuencias que inicia mi película es esa mirada y constituye también un homenaje a esa primera vez que llegué a esa casa maravillosa sobre la que, durante un largo tiempo, se posó la poesía como un bello pájaro.

lichi y su gato
Lichi y Dominga, La Habana © Familia Diego

Es una película donde Lichi está todo el tiempo hablando y el espectador quiere ver y tener referencias de lo que se está diciendo y como era una realidad que ya no existía, pues también necesité utilizar archivo fílmico cubano, que por suerte tengo mucho de todo eso.

En esta vida existen los que coleccionan arte, carros, antigüedades, sellos postales, monedas. Yo he coleccionado desde que salí de la isla la imagen de Cuba en movimiento. He llegado a tener imágenes inéditas que saldrán a la luz por primera vez en mi película.

En el 2013 yo viajo a Cuba nuevamente con Susy, algo que también me ayudó a redondear ideas definitivas sobre lo que ya era casi la versión definitiva del documental.

Háblame del material en que te apoyaste para ilustrar el testimonio de Lichi, sobre todo el referido a esa parte de la historia que ya no existe y que resultaría imposible recrear.

Yo he sido muy privilegiado en lo referido al archivo fílmico cubano, pues conozco casi todo lo filmado en Cuba desde 1906, desde su etapa republicana hasta los años 70. Y conservo mucho de este material, incluyendo algunas imágenes inéditas de los años 60 que como te dije anteriormente se verán por primera vez en el documental.

Hay un capítulo muy especial donde Lichi habla de la etapa de la represión de los jóvenes y los homosexuales; es un período del que se ha hablado mucho, se ha escrito mucho, pero nunca nadie ha visto un solo pie de película de esa represión.

Todo el mundo habla de los campamentos de la UMAP, pero no existe un solo plano en 16 ni 35 mm de esos campamentos. También se habla mucho de las llamadas “recogidas”, de las peladas en plana calle, cómo metían de cabeza a los jóvenes en camiones jaulas o los golpes en plena vía pública; en fin, de todos los abusos que se hicieron de manera injusta en ese tiempo, pero no hay evidencias gráficas.

Yo tengo un rollo de película 16 mm que guardé celosamente durante 20 o 25 años, y con esta película sentí que era el momento de sacarlo a la luz. Son imágenes que pertenecen a un momento fundamental y oscuro de la historia revolucionaria, porque no podemos negarlo ni decirlo de otra manera.

Oscura porque se reprimió metiendo a todo el mundo en el mismo saco: a los jóvenes, a los homosexuales, a los religiosos, a los peludos, a los artistas e intelectuales. Es necesario conocer esa verdad no porque alguien la cuente, ha llegado la hora de ver eso.

¿Imágenes fílmicas inéditas?

Absolutamente inéditas. Eso no lo ha visto hasta ahora nadie.

Por supuesto, no son imágenes que yo filmé, pues cuando se dieron esos acontecimientos yo era un niño. Ni siquiera puedo decir que alguien vino y me las donó, ni que me apropié de ellas indebidamente.

La manera en que ese rollo de 16mm llega a mi conforma la historia más absurda que te pudiera contar: cuando yo trabajaba en el ICRT haciendo uno de mis primeros programas, que se llamó “Memoria”, pretendía el rescate del archivo cinematográfico que se concentraba en las arcas del ICAIC, fundamentalmente en el Archivo de Cortometraje de 23 entre 10 y 8, en los archivos del ICRT de Masón y San Miguel o en los archivos de los Estudios Cinematográficos de la Televisión, el edificio que antes fue la funeraria Marrero en la calle 23.

Pues yo era polilla de esos lugares revisando en las moviolas todo el material que me encontraba, sobre todo de artistas y músicos de la etapa republicana, quinescopios de programas televisivos, noticiarios con acontecimientos políticos y sociales, etc. Me hice muy amigo de todo el personal que trabajaba en esos sitios que suelen ser cascarrabias, muy mal humorados, que nadie los visitaba. Pues yo era constante ahí y me gané el cariño de la mayoría de ellos.

No recuerdo si fue en Mazón y San Miguel, o en P y 23, que en esa búsqueda exhaustiva de materiales para el programa me encontré en un rincón abandonado, llenos de moho y humedad, una serie de rollos que iban a botarse a la basura o utilizarse como colas para los proyectores. Y pedí permiso para llevármelos y la compañera responsable del archivo accedió.

Yo recuerdo que había rollitos con dibujos animados de “Betty Boop”, el “Gato Félix” y “Scrapy y su hermanito”, algunos en muy mal estado.

Colectivo del programa ACAPELLA
Dalton y parte del colectivo de «A Cappela», La Habana © Jorge Dalton

Tiempo después en 1992, haciendo el programa “A Capella”, utilicé muchos de esos materiales llenos de ralladuras para hacer las presentaciones del espacio. Un día se me ocurre  revisar otros rollos más grandes que nunca había visto por si encontraba algo de utilidad.

Y comienzan a aparecer imágenes de Pello el Afrokán, los lumínicos revolucionarios de neón en la época de los 60 que eran la competencia de aquellos que quedaban de la época capitalista, Mirta y Raúl, Marta Estrada, Los Zafiros, Los Modernistas, Los Meme, etc… Y me decía, sufriendo:«¡¡¡¡¿ Coñoooooo, y todo esto lo iban a botar!!!!?»

Y así empiezan a aparecer esos jóvenes reunidos en el parque Fe del Valle, en el Tent Cent de Galiano y comienzo a ver los golpes hacia ellos, cómo se los llevan presos, cómo los pelan públicamente o en las estaciones de policía. Completamente en shock, paré de visionar, rebobiné el rollo y me lo volví a llevar para mi casa y no le conté a nadie lo que tenía.

Cuando yo decido irme de Cuba a finales de ese mismo año, me quería llevar muchas de las cosas que había hecho allí: mis videoclips, documentales, materiales sin editar en video y también esos rollos de 16mm.

Yo le di todo ese material en una caja para que me lo sacara del país a Tomás Gutiérrez Alea, que fue otro de esos padres que yo tuve. Titón era también una personalidad muy bondadosa, pero que de vez en cuando se le salía el protestón y se puso medio “refunfuñoso» al inicio pues era una caja algo pesada. Pero Mirtha Ibarra, que siempre estuvo a mi favor, le decía en alta voz: «¡Pero tienes que ayudar al muchacho, no me jodas!”.

con titon y mirtha 1992
Mirtha Ibarra, Jorge Dalton y Titón, el día que les llevó la caja de rollos 16mm y se despidió de ellos. La Habana, 1992 © Jorge Dalton

Mirtha Ibarra es una amiga y una actriz que yo adoro con la vida y disfruto mucho los decibeles de su voz. Por supuesto que nunca les dije lo que había ahí.

Y dos o tres meses después Titón y Mirtha se llevan consigo esa caja en uno de sus viajes y yo pude recoger todo ese material estando fuera de Cuba. De no haber sido por eso yo no tuviese nada, ni siquiera lo que hice en Cuba.

En esa caja que Titón me llevó estaba todo el material sin editar de mi documental “Herido de sombras”, que fue uno de los Premios Coral del Festival de La Habana de 1994 y que logré montar en Guadalajara, México.

premio herido de sombras

Sin ese gesto jamás yo hubiese hecho esa obra y, por eso, ese documental está dedicado a Tomás y cuenta con mi agradecimiento eterno a Mirtha Ibarra.

Jorge, retomemos la experiencia de esos viajes a Cuba en el 2011 y 2013

A partir de ahí comienza a aparecer mi verdad, porque hasta ese momento solamente tenía la verdad de Lichi. Y mi verdad parte de impregnarle también un estilo muy personal, una poética muy propia que ha caracterizado toda mi obra a lo largo de los años y porque siento que debía hacer esta película también por Cuba.

La película se sustenta en todo un recuento realizado por Lichi de toda la etapa republicana cubana, me introduce en el mundo de lo que fue el grupo literario Orígenes, y llegamos hasta ese momento en que la Revolución toca las puertas de su casa siendo él un niño. Y después comienza toda su visión y toda su valoración emotiva y crítica de lo que fueron más de 50 años de Revolución.

Esa pertenencia a ese período que no negamos, nos da el derecho a contar una verdad que pudiera ser incómoda para la gente que toda la vida ha estado a favor del proceso, ya sea ciegamente o convencida que es genuino e indetenible, que vivirá por los siglos de los siglos y que jamás iba a llegar a ninguna crisis o a ningún cuestionamiento.

Creo que van a existir personas muy pasionales sobre el proceso revolucionario que posiblemente no van a aceptar esa verdad de Lichi, pero yo pienso que ha llegado la hora de que esa verdad salga a flote, con todas sus virtudes y con todas sus oscuridades. También sin ser ofensivos y sin ánimos de abrir más las heridas, sino todo lo contrario.

Que sepamos definir cuándo tropezamos, cuándo fue que perdimos la razón y la pasión, cuándo nos desviamos por un camino y no seguimos por otro, tenemos el deber de decirlo.

Si no lo dijeron nuestros padres, pues lo debemos decir nosotros por el bien de nuestros hijos y nuestros nietos y ser capaces de discutir sobre esa verdad adentro de la isla y fuera de ella, porque la verdad del exilio es algo que también nos pertenece y hay que contarla con la misma emotividad sin apasionamientos, porque la pasión desmedida es lo que ha dividido nuestra nación cubana.

Y para mí la nación cubana son todos los cubanos de la isla y todos los cubanos que están fuera, ya sea en Miami, New York, Madrid o Barcelona.

Me dices que hay que contar esa verdad sin pasión. ¿Era eso posible con alguien como Lichi?

abuela, eliseo y lichi
Eliseo Diego, Lichi y su abuela, La Habana © Familia Diego

Él fue un gran impulsor de esa idea desde hacía muchísimo tiempo, mucho antes de que enfermara. Una de las cosas que venía recalcando siempre era el reencuentro entre los cubanos de Cuba y el exilio, de comenzar a recordar juntos Cuba.

Como él dice magistralmente: «La acumulación de esos recuerdos, la forma en que vamos a recordar juntos, significaría la compostura de nuestra nación.».

Eso es un postulado muy poético, evidentemente, pero seguramente más poderoso que un himno o una marcha.

Cuba necesita una reconstrucción, no solo en el sentido de levantar o repellar una pared o recuperar un barrio, sino en el sentido del entendimiento mutuo, de encaminarnos a construir una nueva mentalidad en que se respete la opinión del otro, la diversidad del otro, porque eso es construir también. Esa Cuba es posible y a mí no me queda la menor duda.

Yo tengo 54 años y lo que yo diga ahora dentro de un año o 20 ya quedó demasiado en el pasado, pero las generaciones nuevas serán las encargadas de los destinos del país. La generación nuestra, los hijos de los que hicieron la revolución, tenemos mucho que decir ahora: que la revolución fue un proceso que tuvo muchas virtudes, pero también fue un período que nos dividió como nación, un proceso en el que se cometieron exclusiones e injusticias.

Estamos claros que fue un proceso trascendental del siglo XX. Nadie puede echar a la Revolución a un lado, envolverla como si fuera un papel y tirarlo, olvidarnos de ella: eso es imposible.

Sé que hay gente que no quiere para nada escuchar eso. Yo soy de los que piensan, como seguramente Lichi igual pensaba, que una nación dividida jamás podrá ser prospera. Y yo creo que los cubanos no deberían darse el lujo de renunciar a ser prósperos.

lichi y rapi en el desierto de los leones
Rapi y Lichi, en la casa de El Desierto de Los Leones, México DF © Familia Diego

Lichi incluso decía muchas veces que: «Si llegase el momento en que en Cuba triunfara algún gobierno socialdemócrata o de centroderecha, pues entonces hay que dar posibilidad para que los comunistas y socialistas se puedan expresar también y tengan cabida; de lo contrario, volveríamos a caer en la misma trampa”. Que yo sepa así es en España, Bélgica, Uruguay y en Chile, donde las izquierdas tienen cabida y razón de ser.

La prosperidad de una nación no tiene nada que ver con ninguna ideología: esa es un poco la idea, el mensaje, si es que lo encontramos al final de la película.

Jorge, ¿puedo inferir que «En un rincón del alma» es un documental político?

No es un documental para complacer intereses políticos, yo no sabría hacer eso, sea de un bando o de otro. Estoy muy consciente que al hablar de momentos complicados de la revolución cubana se está haciendo un cuestionamiento sobre el bando de la izquierda, si queremos llamarlo así.

Pero eso no quiere decir, bajo ningún concepto, que yo o Lichi, para hacer este documental, pretendemos ser complacientes con el bando ideológico de la derecha, para hablar en términos más fáciles.

Y a la hora de ser duro con lo que tengo que ser duro y con lo que Lichi también lo es, no estamos siendo para nada complacientes con el bando de los que hicieron la revolución, ni siquiera con nuestros padres, ni con nuestra generación, ni con nosotros mismos que somos parte de ese proceso, como ya expliqué antes.

Estamos tratando de tener una discusión sobre lo que nos pasó, sobre la complejidad de lo que significó la revolución que tuvo momentos que no fueron felices. Y es algo que debe interiorizarlo toda la gente que pertenece a la izquierda ideológica o militante y que hasta la fecha es muy reacia o negada a la autocrítica, a no querer reconocer absolutamente nada. A irse incluso de este mundo sin reconocer sus injusticias.

El hecho de no ser complacientes con un bando u otro no quiere decir que nos coloca en una posición muy cómoda que digamos. Sé que podría ser cuestionado de un lado u otro. Pero, en honor a la verdad, ni Lichi ni yo le tuvimos miedo a eso. Perdimos el miedo de decir las cosas y una obra no se puede hacer teniendo miedo.

A partir de la estructura y el montaje que has realizado, ¿el documental es una visión manipulada por Jorge Dalton de los argumentos que te expuso Lichi, o tú has respetado la esencia de sus palabras y a partir de ellas has creado tu propia poética, tu propia visión, sin imponer los tuyos?

dalton mural
Jorge Dalton, Los Angeles, California © Jorge Dalton

Exacto, acabas de decir algo muy importante que un cineasta debe tener muy en cuenta, porque hay que ser muy cuidadoso a la hora de encontrarse con un tema como éste. No he sido ni el primero ni el último y tuve grandes retos en el sentido de no caer en la manipulación propia. Creo que es muy importante, Manolito, lo que me acabas de decir.

Nosotros los cineastas somos grandes manipuladores de la realidad para bien y para mal. Recuerdo a Titón hablando en una conferencia sobre eso específicamente y como dije anteriormente: si fui capaz de no ser complaciente con un bando u otro, pues tampoco me permití manipulaciones que partieran de mi mismo. Eso hubiese sido fatal y es muy fácil caer en eso.

Traté de hacer una película respetando lo que Lichi expone sin manipulaciones de ninguna clase, ya que cualquier guiño que yo hiciera que pudiera interpretarse como una manipulación el documental se va al carajo. Cualquier mínimo guiño, Manolito: un simple choteo -que como tú sabes abunda en el cine cubano-, una sugerencia visual por mínima que sea basta para que todo se joda. No estuve dispuesto a caer en eso en lo absoluto.

¿Consideras que tu película es honesta?

Parto del presupuesto ético de que Lichi siempre fue una persona muy honesta. Fue una de sus grandes fortunas.

Decía lo que pensaba en todo momento, sin ocultamientos ni disfraces. Alguien excepcional que le tenía terror a las inyecciones pero le tenía mucho más miedo a ser cobarde, a ocultar una verdad. Un novelista lejos de su patria, que es tal vez el martirio más doloroso que puede tener un creador y un ser humano enamorado de su país.

Alguien que llegó a tener miedos lógicos, miedos que yo mismo he tenido desde el día que me fui de Cuba a finales de 1992. Mi miedo y mi mayor reto estuvo centrado en cómo hacer algo que valiera la pena teniendo todo en contra: asumiendo en primer lugar que Lichi había muerto y no teníamos nada de dinero ni para hacer un spot de un minuto.

Mi madre, cuando se enteró de lo que yo estaba haciendo, pegó el grito en el cielo y me decía: «¡¡¡No te van a dejar entrar más nunca a Cuba, mijo!!!!». Honestamente, jamás me insinuó ni me dijo: “mejor no hagas eso”.

Y es por eso que cuando terminé la película mi madre estaba de visita y le faltaban pocos días para regresar a Cuba en 2015, fue la primera en verla.

Ella no dejó de ver un solo fotograma y al final, con lágrimas en los ojos, me dijo: “He sufrido mucho viendo esto porque la verdad duele por encima de todas las cosas. Espero que nadie se atreva a decir que algo de lo que se expone en esa película es mentira. Es algo muy duro, pero es una película muy hermosa”.

Yo aspiro a que la mayoría de quienes vean mi última obra tengan la misma reacción que mi madre, porque si hay algo genuino en esta vida es la honestidad.

Háblame de tu equipo de trabajo

Con Ivan Oms y Jose Luis Llanes, integrantes de El Taller de los Inundados
Parte del «Taller de los Inundados»: Ivan Oms, Jorge Dalton y José Luis Llanes © Jorge Dalton

Mi formación en Cuba partía del reconocimiento de que el cine es una conspiración de mucha gente. Y para mí, desde que me fui de Cuba, ha sido complicado porque perdí un equipo de trabajo muy unido, muy creativo, con gente muy talentosa, que conformamos el llamado “Taller de los Inundados”.

Los muchachos que formaban el taller eran Jorge Luis Llanes, Camilo Hernández (yo siempre lo catalogaba como el más talentoso del colectivo), Jorge Trinchet e Iván Oms. Posiblemente, fuimos el primer grupo de trabajo independiente que hubo en esa época de finales de los 80, al calor de toda una efervescencia creativa que existía tanto en la plástica, en la música, en la literatura, en el humor y en muchas manifestaciones del arte. Nosotros fuimos fervientes defensores de la libertad de creación y eso nos trajo muchos dolores de cabeza.

Ese espíritu de colaboración que aprendí con los cineastas cubanos lo intenté llevar fuera de Cuba también, pero fue difícil porque yo soy del concepto de no hacer cine con socios, sino con amigos.

Y al llegar a este país, comencé a crear equipos de trabajo desde 1998, con la misma filosofía que llevaba impregnada. Si algo pudiera destacar es que se me considera uno de los impulsores del nuevo movimiento de cineastas salvadoreños, porque además lo consideré un deber.

Y para el trabajo realizado con “En un rincón del alma” fue fundamental contar con un equipo de colaboradores aunque fuera en número reducido que, como ya he dicho, consistió en un grupo de salvadoreños y cubanos. Ya te hablé de mi esposa, Susy Caula, que fue la productora ejecutiva; de Hilda Barrios, que fungió como productora en Cuba, junto a Sebastián Miló como colaborador y Ginle Cubillas como cámara, y también de Edson Amaya como editor y Dagoberto Vega como asistente de edición en El Salvador.

Con parte de mi equipo de trabajo en El Salvador
Junto a jóvenes integrantes del nuevo Movimiento de Cine Salvadoreño. Al centro, Susy Caula, productora ejecutiva de “En un rincón del alma”. El Salvador © Jorge Dalton

Finalmente, para la banda sonora tuve el privilegio de contar con la colaboración de Joel Barraza, un excepcional músico salvadoreño que desde que vio las primeras imágenes del filme supo entrar en sintonía emocional y creativa con el mundo de Eliseo Alberto Diego.

Mi película fue creciendo y tuve la necesidad de utilizar mucha más música. Por eso, a mi regreso de Cuba en el año 2013, me comunico con José María Vitier, uno de los más grandes compositores cubanos y que a su vez es primo de Lichi, pero con mucho temor porque creía no tener la confianza como para pedirle algunas piezas musicales para el documental.

Yo le conté de qué iba la película e, inmediatamente, con un cariño extraordinario tanto de él como de su compañera de vida Silvia Rodríguez Rivero, me dijo: “Daltoncito, yo no sé absolutamente nada de lo que estás haciendo con tu película, sé que harás algo valioso y mi primo se lo merece. Por tanto, el piano mío y mi música tienen que estar ahí.”

Ese día ni dormí, porque sabía que con José María yo tenía exactamente lo que a la película le faltaba. En ese momento él tenía muchas giras, disponía de muy escaso tiempo y tuvo la gentileza de decirme que me cedía toda su obra para que yo escogiera a discreción según las afinidades que encontrara. Así hice, muy respetuoso con la libertad que me dio, y de pronto parece como si muchas de las piezas de él que escogí fueran concebidas para la obra, dando el toque emotivo y personal que yo venía persiguiendo y que finalmente encontré.

Para decírtelo de manera rotunda: no haber tenido la música de José María Vitier hubiera sido una de mis mayores carencias y un mayor dolor. Fue sumamente bondadoso, como lo son y lo fueron todos durante toda la vida, y le estaré eternamente agradecido.

Si habría que eregir un monumento a la bondad en Cuba, sin duda sería para esa gran familia Diego-Vitier-García Marruz.

Lichi y Jose María
José María Vitier y Lichi, La Habana © Familia Diego

Pasa una cosa que no puedo dejar de decir: el piano de José María era quizás una clave secreta que los unía como primos, una pasión secreta de Lichi. Muchas veces llegué a su casa y él estaba escuchándolo pues le fascinaba su música y poseía todo lo que había compuesto.

Recuerda que tanto Eliseo Alberto como Rapi eran cineastas y José María compuso la música de las películas que ellos concibieron. Por otra parte, no se puede contar la historia del Cine Cubano sin el alma musical de Jose María Vitier y su hermano Sergio Vitier, que fue un gran hermano de mi padre y por eso yo le digo tío.

También estoy muy agradecido con Pancho Céspedes, que me regaló la versión a tres de “Quién dijo que todo está perdido” de Fito Páez, que fue un himno para nuestra generación.  Igualmente a Carlitos Varela.

A todos ellos los considero también parte del equipo de trabajo de “En un rincón del alma”, porque toda esa música permitió explicitar mucho más el alma de Lichi.

¿Este es un documental cubano?

Pudiera decirte que si, por su estilo, porque está impregnado de todo lo que aprendí de los cineastas y del cine cubano. Pero sería muy injusto si no te dijera que es también salvadoreño y forma parte de la naciente cinematografía de este país aunque el tema sea eminentemente cubano.

Yo me considero cubano 100% pero también soy salvadoreño otro tanto, tal vez no tenga bien definida la cantidad.  Me siento cómodo siendo las dos cosas.

dalton skype
Jorge Dalton durante la realización de esta entrevista © ELCINEESCORTAR

Recordando como parafraseaba mi padre ese poema bellísimo de José Martí que dice: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche”, pues te puedo repetir lo que él escribió: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la mía”.

Es por eso que la película abre con un cartel que reza: “A mi padre y a la nación cubana”.

¿Sueñas con el estreno de “En un rincón del alma” en Cuba; digamos, en el próximo Festival Internacional de Cine de La Habana?

Yo me siento obligado a mostrar todo lo que hago en Cuba. Es parte de la reciprocidad que debo tener por el cariño que siempre he recibido.

En mi más reciente viaje, la Fundación Ludwig de Cuba hizo una retrospectiva de gran parte de mi obra, había gente que me recordaba bien, pero también fue muy lindo ver como muchos jóvenes que no conocían mi labor llegaron a apreciarla.

Por eso, ahora, tengo la total intención de que mi película se exhiba en La Habana durante el Festival de Cine. Es mi aspiración, es mi sueño, es una película hecha para Cuba y para los cubanos.

Prefiero pensar que es una ilusión posible.

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