En la anterior entrada de este blog publicamos el texto «El cine cubano y su carpe diem», de Gustavo Arcos. Este texto ha generado una extensa polémica en ls redes que, en la medida que nos vayan llegando, expondremos a ustedes e invitamos a incorporarse a icho debate cultural.
JUAN ANTONIO GARCIA BORRERO SOBRE EL ARTICULO
Este texto publicado por Gustavo Arcos es de los que me gustaría estar discutiendo en foros oficiales, no para sumar lamentos al ya interminable inventario de quejas e insatisfacciones que ha caracterizado, en la última década, las polémicas relacionadas con el audiovisual hecho por cubanos, sino para construir escenarios más inclusivos con las nuevas prácticas cinematográficas.
Podrá ser un texto incómodo, con el cual es legítimo estar de acuerdo a medias, pero lo interesante es eso, que moviliza ideas, y las pone en función de examinar ese aquí y ahora que el sistema institucional pareciera condenar a la indiferencia. Insisto: un texto es útil si genera desencuentros. Y eso no le va a restar el valor. Al contrario.
Entre las cosas que soñé se lograra en Camagüey, aprovechando ese espacio único que es La calle de los cines, está ese festival o muestra del audiovisual cubano, donde se viera como algo natural lo mismo la más reciente producción del ICAIC que el último telefilme producido por RTV Comercial. Hubiese sido un primer paso en la actualización de nuestro modelo de representación del cine cubano (si el modelo económico se está reformulando, ¿por qué este otro no?).
Coincido con Gustavo Arcos: el audiovisual cubano más vivo no puede estar. Las que han envejecido y están en fase terminal son las estrategias institucionales que legitiman lo que es cine cubano o no, de acuerdo a las reglas establecidas en el siglo XX.
Lo que veo de interesante del texto es que traza un mapa de producción que hasta ahora es ignorado, lo mismo en una orilla u otra. Creo que, para empezar los debates, resulta útil esclarecer de qué estamos hablando. Luego uno podrá estar más de acuerdo con esta u otra afirmación.
A mí, por ejemplo, me interesa contribuir a que el ICAIC se arregle, no a terminar de hundirlo. Para mí siempre será necesario un ente rector que salvaguarde aquellas producciones que no responden a lo hegemónico. Hoy existe esa producción entre los realizadores cubanos, pero parece filmada con una cámara invisible, porque más sumergida no puede estar, y las conocen apenas los interesados.
El ICAIC, si se sigue llamando de esa manera, o el ente público que se invente tendría que lidiar con todos esos fenómenos, para bien del patrimonio audiovisual de la nación (que es mucho más que una isla), y no tan solo para los grupos que la producen. Pero en fin, es el debate el que puede enriquecer la percepción que tengamos del asunto.
VICTOR FOWLER SOBRE EL ARTICULO
Gracias a Dios ya sucedió lo que el texto describe: citando un viejo clásico de entre los textos de la teoría cinematográfica, hemos llegado a la era del audiovisual expandido. Expandido múltiples veces y desde ángulos distintos bajo presión de ese gran motor de cambios en la cultura contemporánea que es la tecnología.
Basta pensar lo que, para el cine y demás artes de la producción audiovisual, significan la miniaturización del equipamiento (para grabar, conservar, portar, editar, post-producir y proyectar materiales); el desarrollo de la computación y, en general, la informática aplicada; la aparición de territorios de nueva audiovisualidad (como videojuegos o videoclips, entre otros); la convergencia entre televisión y pantalla del computador; el incremento de tamaño y aumento de la calidad de imagen para las pantallas domesticas; la contaminación genérica; la recurrencia a los más diversos modos de enfrentar narrativas totalizantes, etc.
Como bien Juan Antonio García Borrer recuerda y añora, el soñaba –más allá incluso del festival en su Camagüey- con dar impulso a “la actualización de nuestro modelo de representación del cine cubano” (frase feliz y de derivación laberíntica y profunda). La descripción del panorama nacional en el entusiasmo de Gustavo implica que la transformación sucedió ya, además de que ocurre todos los días y –lo principal- es inevitable.
¿Se trata, entonces, de batir palmas en una rueda de alegría y celebración? Creo, a la misma vez que las obras van siendo producidas, que empiezan a encontrar caminos de circulación y penetración en los públicos. No son tantos, ni tampoco los que uno quisiera, pero igual aquí las nuevas tecnologías de conservación, duplicación, exhibición y consumo privado de audiovisualidad contribuyen (pese a lo que haya de criticable) a la respiración y subsistencia de ese audiovisual que mira desde otro lugar y de otro modo.
Igualmente, en paralelo, también comienza a acumularse reflexión a propósito de las obras y habrá el día en que -como mismo los realizadores han insistido en filmar, más y nuevos críticos- se sumarán a quienes intentan pensar toda esta avalancha productiva y darle un lugar dentro de la cultura hecha con nombre de Cuba e intentarán avanzar por esa parte más dura que es entender aportes, descubrimientos, impactos revolucionadores para diferenciar de lo común, lo cómodo, manipulador o malogrado.
Lo que ha sucedido seguirá creciendo de manera exponencial porque filmar va a ser cada vez menos el problema. Bastará con que -para los equipos de gama media/baja- continúe la tendencia de agregar mayor resolución para la grabación de imágenes en movimiento, mejor calidad en la grabación de sonido y mayor memoria de almacenamiento. La cantidad de potenciales realizadores crece a diario, de manera que avanzamos hacia lo que –a propósito de la poesía- nos dijera un simpático verso de José Zacarías Tallet, que la hay hasta “en la barriga de un burgués”… ¡Mas la cuestión es dar con ella!
Lo más relevante y polémico del cine cubano y su audiovisual. Reseñas sobre filmes cubanos, actores cubanos, directores de cine cubano y mucho más.